Yo hablo del Cielo, ¿y tú?
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
Lógicamente a lo largo del acontecer diario se hablan de muchas cosas, unas insustanciales, otras del cada día y creo que al menos algunas trascendentes.
Hay personas más predispuestas a hablar de cosas llamémoslas importantes y hay otras que se pasan la vida hablando de estupideces.
También hay personas con más tendencia a hablar de sí mismas y de sus problemas; y otras que se preocupan también de los problemas de los demás.
¿Pero y de la religión quien habla? ¿Quién habla de Dios? ¿A quién le interesan las realidades trascendentes?
En estos días han fallecido dos personas jóvenes: un jugador del Linares de 2ª B como consecuencia de la caída de una pesa en su muslo haciendo gimnasia, tenía 26 años; y un torero en Teruel, de manos de un toro bravo, tenía 29 años. Estos hechos a todos nos conmocionan y en esos momentos, o días, sentimos con fuerza el zarpazo agudo de un profundo dolor; y quizás nos interroguemos sobre la realidad de la vida, la realidad de la muerte y del más allá.
Pero la reflexión normalmente, por desgracia, dura poco y es poco consistente. Y esas realidades, hablemos de ellas o no hablemos; pensemos en ellas, o no, son realidades reiterativamente reales, y frecuentes, y por las que cada uno tenemos que pasar. No sólo le sucederá al vecino, al amigo, nos sucederá a ti y a mí. No solo al viejo, también al joven, y también al niño.
Por lo tanto es bueno prepararnos adecuadamente para ese momento, que para los cristianos es sólo el tránsito de lo terreno a lo celestial, de lo humano a lo divino.
En ese momento de la muerte nos encontraremos con Dios y recibiremos ese abrazo amoroso que nos llenará para siempre que dicha y de consuelo. Será la acción “cósmica” más relevantes que nos sucederá a cada uno de nosotros personalmente.
Nuestra alma se vestirá de fiesta. El Cielo será un inmenso suceder de emociones. El infinito horizonte de la eternidad se presentará ante nuestros ojos y vislumbraremos definitivamente la grandiosa magnitud de un acontecer trascendente.
Al torero lo recibirá Dios con su traje de luces, al futbolista con su equipación de gala.
En el universo se romperá el ritmo anodino de lo cotidiano y habrá un cataclismo festivo, un gran festín:
- De inmenso gozo, de paz, de sosiego, de alegría, de unidad.
La belleza competirá con la hermosura.
El amor entablará diálogo con el cariño.
La Vida se hará, más vida, aún.
Y el Cielo, ese Cielo nuestro, alcanzará el culmen, dejando ver un resplandor de estrellas, espectacularmente brillante y de belleza singular.