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febrero 2013

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Violencia de género: replanteamiento global

Publicado por , Posteado enOpinión

A madres y padres oímos decir a menudo «mira que se lo tengo dicho…» o «le he castigado ya cien veces y como si nada»
Está claro que los malos hábitos no se corrigen combatiendo contra ellos, sino cambiándolos por otros saludables. Indagando, además, en la falta de comprensión del individuo y en las raíces o motivos de ello.
La famosa «Ley de Violencia de Género» que entró en vigor en 2005, y que hace sospechoso, por principio, al hombre de malos tratos (con la declaración de la mujer en su contra es suficiente para ser arrestado o sancionado) parece no ha evitado la muerte violenta de mujeres. Es más, una estadística de 2011 indica que, lejos de remitir, se han duplicado estas muertes.
Pretender combatir la violencia mediante medidas judiciales y policiales, como es el caso anterior, no sirve, nunca ha servido. Los cambios tienen que venir de hacer luz sobre las causas primigenias y corregirlas. Darnos cuenta de por qué caminos esta yendo esta sociedad (nos están llevando ciertos intereses más bien, diría yo). Una sociedad de la prisa, del estrés, de la superficialidad y la negación del individuo pensante. Dónde el núcleo familiar cada vez tiene más dificultades para desarrollarse equilibrado. Donde, además, vivimos cada vez más aislados todos en nuestro individualismo, adocenados y dependientes de un Estado paternalista que no solo no resuelve nuestros problemas, sino que los crea.
Todo ello es generador de violencia, que acostumbra a romperse casi siempre por el eslabón más débil. Por eso, insisto, y es el mensaje que me gustaría quedara claro, no sirve pelear contra la «oscuridad» que nos envuelve, sino ponerse a trabajar para cambiar el origen de los problemas que nos acucian. Para hacer la «luz».
Necesitamos nuevos líderes, ideales que seguir, valores en los que formarnos que pongan al individuo en el centro, principios nuevos sobre los que construir la casa social. Y desterrar de una vez la mentira con la que vemos nos pretenden engañar como si fuéramos niños.
Y todo esto, más que desde el pensamiento, aunque también, deberemos llevarlo a cabo desde el «corazón». Poner nuestra mente al servicio del «corazón». Y desterrar de esta forma la violencia que ha crecido alimentada por nuestra superficialidad manifiesta, por nuestro amor patológico, superficial.


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