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febrero 2013

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Verdad-colaboración versus mentira-competencia

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VERDAD- COLABORACIÓN FRENTE A MENTIRA-COMPETENCIA

Hemos aprendido a hacer de la mentira moneda de cambio. Algunas mentiras son benignas, piadosas, y buscan solamente no ahondar más en la herida. Existen también las mentiras coloquiales, esas que usamos para cuidar y adornar nuestros egos.
Pero hay más, muchas más, como las utilitarias que dicen actúan como una especie de «engrase» del «desarrollo económico». Tan sutiles han llegado a ser que apenas las percibimos porque, entre otras cosas, van envueltas en una especie de barniz mágico que cambia, según interese, el significado de la palabra. Y así, por ejemplo, si rascamos un poquito sobre el término eficiencia, se convierte muchas veces, milagrosamente por lo que se ve, en explotación pura.
Son mentiras que la sociedad se ha acostumbrado a aceptar, aunque de mal gusto, como necesarias. Que nos han vendido además como imprescindibles para dar sustento a nuestro «progreso y desarrollo», contribución necesaria que debemos pagar aunque nos desagraden. Utilizando un símil gastronómico, las metas que frecuentemente perseguimos son como una pizza mohosa que comemos ansiosos cuando tenemos a nuestra disposición otros alimentos sanos y sabrosos.
Pero existe una mentira especialmente gorda, la peor de todas, pues pretende aprovecharse de los mejores propósitos de la gente, que dicen procede de lo divino aunque, si abrimos bien los ojos a su auténtica realidad, lo que pretende es controlarnos.
Son muchos los condicionamientos que debemos superar y que nos han enfrentado y enfrentan aún por cuestiones de creencia, ideología, cultura, idioma u otras cuestiones que no obedecen a nuestra condición humana, sino a su mera superficie.
La reflexión final de todo ello es simple: si queremos cambiar (nosotros primero y nuestro entorno después) es prioritario empezar por comprender y desterrar nuestras mentiras. Esas que en vez de llevarnos a crecer en virtud, colaborar en común y resolver nuestros problemas ayudándonos, nos enfrentan.
Salir de este condicionamiento religioso, político y social en general nefasto es el primer paso para llevar a cabo la Gran Revolución, la única factible, la Revolución Ética sobre la que asentar los pilares de la nueva sociedad. No ese Nuevo Orden Mundial, basado en el militarismo y el Miedo, que pretende un Poder que prepara ya nuevas guerras.
¡Empecemos a vernos como hermanos que somos, y no como enemigos que nos dicen!


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