Una regeneración simulada
Publicado por galdo-fonte, Posteado enOpinión
Resulta inadmisible todo planteamiento de regeneración democrática que no venga precedido de la erradicación de todo síntoma de degeneración política, y en esta relación de reciprocidad tiene el PP el infranqueable impedimento de su propia corrupción.
Desde el inicio de la crisis, los ciudadanos que esporádicamente se echaron a la calle denunciando la degeneración del sistema, en su gran mayoría, lo hicieron entonando voz en grito, el lema, «lo llaman democracia y no lo es»; eslogan, que por mas exagerado que pudiese parecer, la realidad de los hechos puso de manifiesto la contundencia de su veracidad, pues aún resultando exagerado decir que vivimos en una dictadura, no es menos cierto , que en un país que se esmera en otorgar protección a los embaucadores en detrimento de sus damnificados, en ese estado de cosas, con un poder político secuestrado y plegado a los intereses económicos de las élites financieras, eso que dan en llamar democracia es de todo punto una completa falacia, aun cuando, por puro formalismo la ciudadanía pueda ejercer su derecho electoral.
Lo cierto es que el actual estado de degradación democrática, lejos de adecuarse a los postulados que interesados analistas circunscriben al desplome de la bonanza económica, el hecho innegable es que su origen va mucho mas allá, tanto, que en adecuada temporalidad, para dar con sus causas, habremos de remitirnos al contexto de otro tiempo político en estricta coincidencia con la transición, pues fue en ese momento histórico cuando sin mediar cambios en lo esencial, a través de maquillados retoques de apariencia, los partidos políticos ajenos al régimen, en contrapartida a su legalización optaron por desechar la ruptura sin establecer mayores exigencias, siendo así como la oligarquía del franquismo sin cambiar de identidad siguió ejerciendo idéntica función después de aquella perniciosa metamorfosis.
Fueron aquellos hechos los que frustraron de partida la viabilidad de una democracia que pudo haber sido y no fue, por cuanto, tanto la incorrección del modelo de transición aplicado como sus circunstancias derivadas, situaron toda hipótesis democrática en permanente riesgo involutivo, al ser los mismos oligarcas de siempre quienes siguieron manteniendo el pleno poder del aparato del Estado, que en todo momento fue superior a la comparativamente insignificante influencia ejercida por el ejecutivo de turno.
Es decir, que al margen de prácticas de fantasía o ilusionismo, lo cierto es que el poder real dista de ser el político, y así, los distintos gobiernos del bipartidismo lejos de ejercer categoría alguna de mandato, se dedicaron a cumplir exclusivamente como subordinados de la oligarquía económica que sostuvo al franquismo, que en síntesis, fue y sigue siendo el verdadero poder real de nuestro país.
Atendiendo a esa mas que evidente conducta de sumisión, resulta sorprendente el reciente alarde de sublevación contestataria proclamada por un desconocido Rajoy, quien, aprovechando una orquestada campaña de imagen, para sorpresa de propios y extraños, erigido en adalid del contrasentido, no reparó lo mas mínimo en ofertar medidas de regeneración democrática, delatando con ello además de un alto grado de desfachatez, inobservancia plena al mínimo código de conducta, pues además de la cesión ante la presión de los mercados financieros, es de todo punto sabido su implicación como máximo dirigente del PP en el mas sonado escándalo de corrupción, y ambos aspectos en su conjunto ponen de manifiesto el trasfondo electoralista que esconde su tan cacareada oferta regenerativa.
Lo que intencionadamente despista el Presidente Rajoy, es que todo supuesto de regeneración democrática lleva implícito un reconocimiento de degeneración política, pero al parecer, entrar a profundizar en ese aspecto es algo que no interesa ni preocupa lo mas mínimo al entender que no es ese el objeto del debate, y al respecto, para despejar toda incógnitas se ha de precisar que el gobierno del Partido Popular con su cabeza visible al frente, formalmente no pretende regeneración alguna, sino retroceder a hormas políticas del pasado, y cuando esto ocurre, mas que estar asistiendo al restablecimiento de una verdadera democracia, clandestinamente, se está promoviendo la estabilidad de la corrupción en todas sus formas posibles.
Por eso, aunque se empeñen en manifestar que no hay electoralismo en su planteamiento, lo cierto es, que la finalidad de esta estrategia regenerativa no es para nada una reconsideración de postulados políticos, sino una nueva argucia electoral, una maniobra, cuya única finalidad es frenar los malos augurios que les depara el ecosistema político, al reafirmar el cada vez mas evidente final del bipartidismo; pero se equivocan de plano al pensar que con actitudes testimoniales como la reducción del número de aforados, la disminución de representación parlamentaria o el cambio de modalidad en la elección de los alcaldes, tienen el tema resuelto; pues la exigencia es otra y diametralmente distinta, y pasa esencialmente por el restablecimiento y profundización de la democracia que se ha degenerado, limpiando las instituciones del Estado de corrupción para que sea la decencia un valor presente al inicio del mas que obligado Proceso Constituyente.
Y mientras eso no ocurra, es de todo punto evidente que la degradación política mantendrá su ritmo ascendente.