Una historia cualquiera
Publicado por Alfonso González Varela, Posteado enartículo personal, Opinión
Y ahí estaba él, sentado a dos asientos en la diagonal del cercanías de Renfe.
Ambos en dirección a Murcia (lo sé porque el revisor se acercó a cobrarle el pasaje)
Entre los dos pasábamos el siglo de edad, salvo que nada teníamos que ver el uno con el otro:
-Por un lado, una mirada viva, entusiasta, con mono de sabiduría, de emociones, de colmarse de esencia.
-Y justo enfrente, la otra cara de la moneda, un alma solitaria, vagabunda, cuyo rostro reflejaba un matiz amargo a la vez que compasivo.
Por un instante desearía tener la destreza artística necesaria para ser capaz de inmortalizar ya no el rostro, si no el alma de ese anciano que; con la mirada perdida, se preguntaba cómo es posible que al final de su viaje, se encuentre sólo, rodeado de materia inerte por la cual en otros tiempos habría luchado sin descanso; y que ahora únicamente le deja un mal sabor de boca.
Y cómo no dejar de creer en seres superiores que velan por nuestro bien, si al final del camino, después de casi un siglo atado a la tierra, me encuentro sólo, sin nada, con las manos llenas y el corazón vacío, mirando por la ventana del mismo cercanías con destino Murcia. Y es más que probable que la última persona en este mundo que vuelva a pensar en mí, a dedicarle un sólo instante a este pobre anciano; cargado de tormentosos recuerdos; pueda ser un chiquillo de tan sólo veinte años que cruzó con la mirada esa diagonal de tres metros dirección noroeste, y se topó con una hermosa lección práctica.
Y es que la pobreza mundial se expande más rápido de lo que nos imaginamos; el problema es que somos hasta tal punto materialistas, que olvidamos cuan alto es el índice de vagabundos que nos rodean.
Vagabundos emocionales, que se deslizan por este sucio tablero, ya sea sobre ruedas, mar o aire; con el alma en cuarentena sustenta a base de sueros, pues es muy probable que lleven más de una década haciendo huelga de hambre. Una huelga interna que ha transformado algo puro, vivo e irrepetible, en polvo y cenizas; polvo y cenizas que surcarán el viento en el mismo momento en que LA CABEZA, CONECTE CON EL CORAZÓN.
Fdo: Un hipócrita