Cartas al Director

Hablaremos de la niñez y de la alegría, en concreto de la alegría como sentimiento, que es la forma más habitual de entender y de expresar la alegría.

La alegría como sentimiento es la respuesta afectiva de la persona ante un bien que se le presenta o un bien que descubre.

Se trata de una alegría consciente.

En este caso uno se sabe alegre por algo:

• Un acontecimiento, una buena noticia, el logro de una aspiración, un encuentro deseado, un placer que disfrutamos, una vivencia alentadora, un deseo conseguido, una pasión, un enamoramiento, etc.

Esta visión de la alegría nos lleva a entenderla:

• No como algo sólido y consistente por sí mismo.
• Sino como fruto de un hecho bueno que estamos viviendo.

Esta alegría no es educable en sí misma; por lo tanto lo que habrá que hacer es de educar en lo que hay que hacer para conseguirla, porque al ejercer el bien la alegría surge como consecuencia.

Educar en el bien es lo que llamamos educación moral:

• “Y su regla primordial es practicar el bien y evitar el mal”.

Digamos por ahora que como fuentes principales de esta alegría, de la que hablamos, están:

• El trabajo bien hecho.
• Y la convivencia amena, distendida y cordial.

El trabajo es fuente de alegría solamente si se vive como un bien; si no es así, el trabajo en vez de fuente de alegría seria en muchos casos de tristeza, pues todo trabajo tiene una dosis importante de dificultad.

Educar en la alegría es, por tanto:

• “Educar en hacer bien lo que haya que hacer”.

Y nos indica Estanislao Martín Rincón:

• “La Obra Bien Hecha” ha sido señalada:
  • Por Eugenio d’Ors
  • Y después por Víctor García Hoz.

Como la finalidad primordial y práctica de la educación.

Y continúa Estanislao con detalles muy ilustrativos:

• D’Ors, en una conferencia titulada:
  •  “Aprendizaje y heroísmo”

Dada en 1915 en la Residencia de Estudiantes de Madrid, concluía su intervención con estas palabras -cálidas y hondas- dirigidas a los residentes:

• “Todo pasa. Pasan pompas y vanidades. Pasa la nombradía como la oscuridad. Nada quedará a fin de cuentas, de lo que hoy es la dulzura o el dolor de tus horas, su fatiga o su satisfacción. Una sola cosa, Aprendiz, Estudiante, hijo mío, una sola cosa te será contada, y es tu Obra Bien Hecha”.

Podemos decir, “Bien Hecha” quiere decir lógicamente:

• “Bien elaborada, bien realizada y bien culminada”.

En este sentido es importante descubrir:

• “Educar en la alegría es educar a favor de la labor esmerada y brillante y en contra de un trabajo chapucero, imperfecto y realizado de mala gana”.

Acerca de la convivencia es importante decir que ha de ser:

• Cordial, tolerante, noble, de corazón.

Si la convivencia es cordial:

• La relación con los demás es un manantial de alegría segura, pues sólo en la relación con los demás la persona se realiza como tal.
• Ser persona es ser en relación.
• El ser humano es impensable sin su dimensión social.

Pero volvamos a la cuestión de la alegría como sentimiento. Por ser un sentimiento, la alegría reúne otras características: Una es su carácter de totalidad. La alegría, como los demás sentimientos, no afectan a una parte de la persona, sino a todas las dimensiones de la misma: al alma, al cuerpo y a la afectividad. Por eso la alegría se manifiesta en el cuerpo y en el alma al mismo tiempo. Tiene repercusiones espirituales de las cuales la más importante es el gozo, y las tiene físicas que se traduce en un aumento de la respiración, del ritmo cardíaco y del tono muscular.

Otra característica de las experiencias afectivas, con especial importancia en la infancia, es que dejan huella.

Si hay algún tipo de vivencia humana que nos marca en la vida, y en cierto modo la determina, ese algo son las experiencias afectivas.

«El corazón» es nuestro centro de intimidad, el reducto más personal, ese «lugar» interior que a cada uno nos permite decir “yo”, allí donde todo hombre se encuentra consigo mismo porque cada uno nos sabemos portadores de una identidad personal

«El corazón» es donde anida eso tan humano que son los sentimientos.

La Pedagogía demostró hace ya muchos años que existe una elevada relación entre las personas que vivieron infancias felices y aquellas que tienen actitudes positivas ante la vida: personas optimistas, indulgentes, esperanzadas, comprensivas, dialogantes, etc. Qué importante es saber esto y tratar de ponerlo en práctica.

Con excesiva frecuencia nos fijamos demasiado en lo externo, en lo que el niño hace por fuera, y demasiado poco en cómo lo vive, en sus experiencias internas, esas que le están marcando para siempre.

El impacto afectivo que se produce en las almas infantiles no se pasa nunca, ese se mantiene intacto a lo largo de la vida, y con él los valores que hayan sido capaces de asociarse a ese impacto.

Y de nuevo García Hoz nos dice:

• «Si en el colegio se tuviera el dilema de elegir entre que los alumnos aprendan mucho o que vivan contentos, sin duda alguna, habría de elegirse la segunda posibilidad».

Con este dilema Víctor no pretendió restar la más mínima  importancia al aprendizaje, sino para hacer una fuerte llamada de atención sobre lo importante que es educar en y para la alegría. En el momento culminante de su profesión, Víctor se atrevió a proponer como modelo de hombre al que debe aspirar la educación:

• Él que él definió como:
  • “El homo gaudens”
  • “El hombre de la alegría”.

Y para terminar cuando se bucea un poco, con ilusión y profundidad, en este sentimiento de la alegría, no es difícil darse cuenta de que merece la pena que la educación aspire a este alesionador proyecto.

Fuente: Estanislao Martín Rincón en Catholic.net