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junio 2015

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Un empeoramiento para la mejoría

Publicado por , Posteado enOpinión

La desafección de la sociedad con la política, las instituciones y las reglas del modelo surgido en la transición de 1978, pone de manifiesto el agotamiento del actual régimen político, cuya solución pasa por impulsar un Proceso Constituyente de consolidación de un nuevo proyecto de país.

El cataclismo electoral que el 24 de mayo causó un  vuelco en la representación de plazas emblemáticas del poder  político  dominante,  sería  un sinsentido  interpretarlo  como un referente coyuntural,   como algo pasajero que no tendrá continuidad, pues lo acontecido debe  entenderse como la antesala de  lo que queda por venir, y todo porque los electores como responsables indirectos  del penoso espectáculo  ofrecido  por los miembros  del oficialismo  político, hartos de su  lento pero intenso deterioro, esta vez, de forma deliberada  decidieron cambiar su voto  y así prescindir  de la representación  de unos políticos que además de ser  poco eficientes en su gestión, su honradez resultaba cuanto menos  cuestionable en razón  a su despreocupación por el interés general y su desmedida  inclinación al patrocinio de  sus propios intereses y los de las élites del poder.

Actitudes que en gran medida fueron minando la confianza de los electores, que tras ocho años de crisis sin solución se volvieron  mucho mas críticos e  intransigentes como consecuencia de la ineficiencia del bipartidismo, en el que solo  han tenido cabida dos opciones políticas de muy corto recorrido,  como fueron  la inducida por la  austeridad  y los  recortes, o en su defecto, la impelida por el obsoleto modelo  de los estímulos económicos, cuya aplicación en alternancia, al mismo tiempo de  colapsar la economía provocó  que aquella  España política dejase de ser  la solución alternativa a los problemas del país, siendo esa evidencia algo que  hace tiempo trascendió al  conjunto de la ciudadanía, no resultando por eso extraño que tanto el PP como el PSOE  pulvericen todos los récords de pérdida de confianza  y por añadidura se dispare   su desplome en las urnas.

Debiendo  interpretarse por tanto, que de persistir  en sus postulados, ambas formaciones políticas mas que recuperar  las cotas de poder perdidas, seguirán en su declive  a riesgo  de  convertirse en partidos marginales expuestos a la  desaparición, acentuándose  la posibilidad a tal desenlace por su desconexión con  el interés general,   y muy especialmente,   por su comprometida  vinculación con  una  «Transición» que validaron como legítima cuando se trataba de  un cambio gradual  de un régimen autoritario   hacia una oligarquía de partidos políticos, en la que ellos,   pasaron de ejercer un papel  protagonista    a convertirse  en los directos responsables de su disgregación.

Siendo por eso  que en  el actual escenario, la salida a la crisis no puede fijarse sobre  el concepto  de la exclusiva  mejora de la economía, pues además, para que el país deje de ser una democracia incompleta,   se ha de afrontar un cambio radical del modelo político  y establecer  al efecto unas nuevas reglas de juego  que garanticen la igualdad ante la ley, y  representen  una regeneración completa de la vida pública restableciendo  la función democrática real y la representación directa en el contexto  de  unas transformaciones que devuelvan la capacidad de decisión a la sociedad civil; pues sin la garantía de dichos objetivos resultará imposible afrontar el  cambio de régimen con el  que  dejar  atrás una crisis global que ya dura demasiado tiempo.

Para que el país deje de ser una democracia incompleta, la salida a la crisis no puede plantearse en exclusiva sobre la mejora de la economía,

De ahí que para propiciar la transformación que la situación requiere  sea ineludible neutralizar de origen el principal obstáculo que dificulta  esta finalidad, que no resulta ser otro   que la relación de conveniencia entre la oligarquía empresarial – financiera y la representación política de afinidad, siendo necesario  para ello  contar  con la participación decidida  de gente con nuevas  ideas, de actores  políticos de refresco, que suscritos a  otras  reglas de juego  sean inmunes  a toda presión  e influencias del  establishment  financiero, y  capaces  por tanto, de   plantear enmienda a la totalidad del régimen del 78, para así, poner  límite al intercambio de favores y prebendas que caracterizan  la situación, erradicando con ello los malos hábitos de un  sistema dominado por la corrupción,  con el amparo del  poder  político y la tolerancia  de  la legislación. Limpieza  imprescindible en  aras  a afrontar  con solvencia los grandes  retos que la situación demanda.

La consolidación del cambio  vendrá favorecida por una mutación  en la tendencia electoral que en la actualidad  se  ha vuelto mas selectiva, pues frustrados por lo repetidos engaños,   los electores, optaron  por proceder en consecuencia  y decantarse  por la renovación, otorgando su confianza en las urnas a las plataformas ciudadanas para que sean estas quien  unificadamente aborden  el proceso de transformación institucional   en detrimento del poder constituido, circunstancia que pone de manifiesto que de cara al escrutinio publico   ya no sirve esconderse  tras unas siglas vacías ni repetir mecánicamente las  consignas del partido.

Síntomas que revelan   que tras los fuertes  componentes de frustración política e institucional de los últimos tiempos  y el debilitamiento de apoyos a  los miembros del bipartidismo, la evolución   se encamina hacia un cambio de  autentificación democrática que sin duda alguna requiere la puesta en marcha de  un Proceso Constituyente definitorio de  un nuevo formato político y por consiguiente de una nueva realidad de país



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