Un empeoramiento para la mejoría
Publicado por galdo-fonte, Posteado enOpinión
La desafección de la sociedad con la política, las instituciones y las reglas del modelo surgido en la transición de 1978, pone de manifiesto el agotamiento del actual régimen político, cuya solución pasa por impulsar un Proceso Constituyente de consolidación de un nuevo proyecto de país.
El cataclismo electoral que el 24 de mayo causó un vuelco en la representación de plazas emblemáticas del poder político dominante, sería un sinsentido interpretarlo como un referente coyuntural, como algo pasajero que no tendrá continuidad, pues lo acontecido debe entenderse como la antesala de lo que queda por venir, y todo porque los electores como responsables indirectos del penoso espectáculo ofrecido por los miembros del oficialismo político, hartos de su lento pero intenso deterioro, esta vez, de forma deliberada decidieron cambiar su voto y así prescindir de la representación de unos políticos que además de ser poco eficientes en su gestión, su honradez resultaba cuanto menos cuestionable en razón a su despreocupación por el interés general y su desmedida inclinación al patrocinio de sus propios intereses y los de las élites del poder.
Actitudes que en gran medida fueron minando la confianza de los electores, que tras ocho años de crisis sin solución se volvieron mucho mas críticos e intransigentes como consecuencia de la ineficiencia del bipartidismo, en el que solo han tenido cabida dos opciones políticas de muy corto recorrido, como fueron la inducida por la austeridad y los recortes, o en su defecto, la impelida por el obsoleto modelo de los estímulos económicos, cuya aplicación en alternancia, al mismo tiempo de colapsar la economía provocó que aquella España política dejase de ser la solución alternativa a los problemas del país, siendo esa evidencia algo que hace tiempo trascendió al conjunto de la ciudadanía, no resultando por eso extraño que tanto el PP como el PSOE pulvericen todos los récords de pérdida de confianza y por añadidura se dispare su desplome en las urnas.
Debiendo interpretarse por tanto, que de persistir en sus postulados, ambas formaciones políticas mas que recuperar las cotas de poder perdidas, seguirán en su declive a riesgo de convertirse en partidos marginales expuestos a la desaparición, acentuándose la posibilidad a tal desenlace por su desconexión con el interés general, y muy especialmente, por su comprometida vinculación con una «Transición» que validaron como legítima cuando se trataba de un cambio gradual de un régimen autoritario hacia una oligarquía de partidos políticos, en la que ellos, pasaron de ejercer un papel protagonista a convertirse en los directos responsables de su disgregación.
Siendo por eso que en el actual escenario, la salida a la crisis no puede fijarse sobre el concepto de la exclusiva mejora de la economía, pues además, para que el país deje de ser una democracia incompleta, se ha de afrontar un cambio radical del modelo político y establecer al efecto unas nuevas reglas de juego que garanticen la igualdad ante la ley, y representen una regeneración completa de la vida pública restableciendo la función democrática real y la representación directa en el contexto de unas transformaciones que devuelvan la capacidad de decisión a la sociedad civil; pues sin la garantía de dichos objetivos resultará imposible afrontar el cambio de régimen con el que dejar atrás una crisis global que ya dura demasiado tiempo.
Para que el país deje de ser una democracia incompleta, la salida a la crisis no puede plantearse en exclusiva sobre la mejora de la economía,
De ahí que para propiciar la transformación que la situación requiere sea ineludible neutralizar de origen el principal obstáculo que dificulta esta finalidad, que no resulta ser otro que la relación de conveniencia entre la oligarquía empresarial – financiera y la representación política de afinidad, siendo necesario para ello contar con la participación decidida de gente con nuevas ideas, de actores políticos de refresco, que suscritos a otras reglas de juego sean inmunes a toda presión e influencias del establishment financiero, y capaces por tanto, de plantear enmienda a la totalidad del régimen del 78, para así, poner límite al intercambio de favores y prebendas que caracterizan la situación, erradicando con ello los malos hábitos de un sistema dominado por la corrupción, con el amparo del poder político y la tolerancia de la legislación. Limpieza imprescindible en aras a afrontar con solvencia los grandes retos que la situación demanda.
La consolidación del cambio vendrá favorecida por una mutación en la tendencia electoral que en la actualidad se ha vuelto mas selectiva, pues frustrados por lo repetidos engaños, los electores, optaron por proceder en consecuencia y decantarse por la renovación, otorgando su confianza en las urnas a las plataformas ciudadanas para que sean estas quien unificadamente aborden el proceso de transformación institucional en detrimento del poder constituido, circunstancia que pone de manifiesto que de cara al escrutinio publico ya no sirve esconderse tras unas siglas vacías ni repetir mecánicamente las consignas del partido.
Síntomas que revelan que tras los fuertes componentes de frustración política e institucional de los últimos tiempos y el debilitamiento de apoyos a los miembros del bipartidismo, la evolución se encamina hacia un cambio de autentificación democrática que sin duda alguna requiere la puesta en marcha de un Proceso Constituyente definitorio de un nuevo formato político y por consiguiente de una nueva realidad de país