A trompicones, sin rumbo ni gobierno
Publicado por galdo-fonte, Posteado enOpinión
Las interpretaciones complacientes del Ejecutivo del PP sobre la situación económica del país, mas que aportar argumentos para el optimismo, por su carga de insolvencia y falta de seriedad, al no ser creíbles vienen a incrementar el escepticismo.
Consecuencia de los drásticos e incesantes planes de austeridad, la economía española actualmente sigue en estado de recesión aún más prolongada si cabe que la de 2008-2009, sin que las desastrosas políticas llevadas a término por el actual Ejecutivo del PP dejen vislumbrar síntoma alguno de recuperación, siendo evidente por tanto que en la presente coyuntura, sino se le busca remedio, continuaremos transitando hacia el futuro en el furgón de cola de la Unión.
Con el agravante agregado que a pesar de la complejidad de este contexto, hay quienes lejos de asumir esa realidad se mantienen en sus trece aseverando «percibir luz al final del túnel»; y cuando esto ocurre, entonces tenemos otro problema añadido que agrava todavía mas la situación, pues ante la percepción de tal espejismo, todo apunta a deducir que los obligados a articular soluciones, lejos de actuar en consecuencia muestran una marcada adición al consumo de alucinógenos, pues caso contrario, o les estimulan las prácticas del mal ajeno mofándose de la ciudadanía o no se entendería la proclamación a los cuatro vientos de tamaña estupidez.
Lo cierto es que la persistencia de la recesión, aparte de producir insolvencia política, indica, que de continuar con las actuales políticas de austeridad, la decadente situación que vive el país empeorará en el corto – medio plazo, y su efecto neto será dramático al acentuar el debilitamiento de la demanda; aspecto, que motivará que prosiga el cierre en cadena de las empresas y se acentúe la inactividad en los autónomos hasta niveles aún desconocidos, cuya principal consecuencia será la prórroga en la destrucción de empleo, y en consecuencia , la tendencia a que el paro real mantenga su desmedido ritmo ascendente.
Y todo ello por nadar contra corriente, al haber establecido trayectorias de reactivación amparadas en versiones contrarias a la realidad , o en su defecto, por aplicar como propias, fórmulas impuestas desde países divergentes, haciendo caso omiso a nuestras referencias características, a esa singularidad distintiva de las particularidades de nuestra propia idiosincrasia.
Por eso que en el actual estado de cosas, anunciar desde el Gobierno indicios de auge económico, además de una tomadura de pelo, es un hecho falso, una argucia desafortunada que ya no cuela ni crea optimismo contagioso en sus defraudados destinatarios, para quien el festival de previsiones de los mensajes políticos del Gobierno, tras repetidos engaños, ha tocado a su fin por extinción de credibilidad.
Para desgracia del neoliberalismo político y de sus argucias de poder, las cosas no marchan a su antojo, de ahí que los miembros del Ejecutivo como activistas de la cofradía neoliberal, a estas alturas ya debieran tener asumido que no caben mas ficciones ante una ciudadanía políticamente formada, a quien » la crisis, si les deja ver las causas», y que ajena a toda culpabilidad, le asiste pleno derecho a exigir que la crisis la paguen los responsables causantes conjuntamente con todos aquellos que se beneficiaron de la misma, amparándoles igualmente la razón para demandar que toda alternativa de solución se establezca desde el punto de vista de la mayoría del País y no en ventaja de una minoría privilegiada.
No debiéndose obviar que el origen de la crisis partió de un diseño premeditado, de una combinación a medida, auspiciada desde la élite financiera en el ventajoso marco de una globalización exenta de regulación, y cuya perversa especulativa indujo en beneficio propio una creciente disfuncionalidad mercantil, hasta el extremo de ser el propio sistema financiero quien por esos cicateros intereses abandonó a su suerte a la economía real provocando el desmantelamiento de la actividad productiva, y en consecuencia, disparando el desempleo hasta índices inusitados, y todo ello, al amparo y con la aquiescencia de absurdos planteamientos neoliberales sobre la relación entre mercado y regulación pública, cuya consecuencia, hizo que en vez de crecer la economía lo hiciera la corrupción y los especuladores.
Y es por eso que hay que forzar un cambio de rumbo, exigir que la sociedad sea tratada como personas y no como sujetos tributarios de una deuda ajena, y que la economía deba estar al servicio de la sociedad y no a la inversa.
Esas que no otras han de ser las premisas para afrontar el fondo de la crisis de forma efectiva, a la par de establecer bases positivas para un futuro de estabilidad; pero para que esta iniciativa no derive en fracaso, no han de ser los forjadores de la crisis ni sus aliados políticos quienes lleven a término dicha proposición, a fin de evitar el riesgo que el sacrificio conjunto soportado por la sociedad vaya a parar como hasta ahora, al circuito de latrocinio de ese séquito de rufianes de moral despistada, en vez de penetrar en la economía real a través del tejido empresarial para así redundar en ventaja del empleo y la ciudadanía.
Urge por tanto erradicar del panorama político a esos agentes del neoliberalismo, a los artífices de la debacle y verdaderos culpables del hundimiento del país, pero que esto se cumpla depende de las urnas, pues serán estas y nadie más, quien el 25 de mayo tengan la última palabra.