Hace un par de días escuché un caso que ocurrió en una universidad privada, en la cual forman ingenieros para el sector de la industria.
Dicha universidad imparte clases de ingeniería en formato «estudia y aprende», es decir, los alumnos estudian tres días a la semana en la universidad y trabajan dos de prácticas en una empresa.
Dada la situación de crisis que vivimos, es difícil encontrar empresas con trabajo dispuestos a abrir sus puertas a estos alumnos y, como era de esperar, quince jóvenes se quedaron sin empresa donde realizar sus prácticas.
Los chicos, indignados ante la falta de un servicio que se les prometió al pagar la matrícula e ingresar en la universidad (encontrar a todos y cada uno de los alumnos una empresa donde desarrollar sus prácticas) decidieron acudir al despacho del director en busca de explicaciones. Los chicos se quedaron atónitos ante la respuesta del director: «paguen una cantidad de dinero y podrán seguir cursando».
Cuando me contaron esta historia me quedé horrorizado. Estamos promoviendo el fraude desde la educación de nuestros jóvenes. Suponiendo que los muchachos pagaron esa cuantía, continuaron con sus estudios, aprobaron cada una de las asignaturas y recibieron el correspondiente diploma que les acredita como ingenieros, ese diploma no deja de ser un engaño y una estafa. Ese diploma asegura que el alumno ha sido formado tanto en la universidad como en una empresa mediante prácticas y que por lo tanto dicha persona dispone de unos conocimientos teóricos y prácticos.
Cuando este joven en el futuro pase una entrevista de trabajo, estará entregando un diploma falso al empresario, estará mintiendo y estafando al personal de la empresa, aunque este sea una victima de la nefasta gestión de la universidad.
Muchos nos quejamos y protestamos que en los tiempos que corren la gente que se encuentra arriba está sucia y corrupta, pero a los que estamos abajo tampoco nos vendría mal mirarnos al espejo antes de hablar. No podemos pretender que las ramas de un árbol (dirigentes políticos, empresarios, banqueros, etc.) estén sanas, si las raíces (el pueblo, nosotros) no lo están.