Cartas al Director

Tu voz en la Red

Opus Dei Archive

domingo

30

marzo 2014

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Contigo a contrapelo

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Seguir las huellas de Jesús

Gracias Señor por estos años en esta familia tuya dentro de la Iglesia llamada Opus Dei, aunque dando traspiés he podido estar, y quiero seguir estando, con decisión y un aceptable grado de firmeza.

Hubiera querido que, en mi vida, hubiera habido hasta ahora: más coherencia, más fidelidad, más profundidad evangélica. Aquí, en la Iglesia y en el Opus Dei, es verdad que he estado y sigo estando siempre: buscando decididamente ese manantial de aguas puras y cristalinas con las que no tener nunca más sed, buscando además: ese mana sabroso, esa palabra divina, ese tesoro, esa dicha … De todo he encontrado, pero: “No he sabido saciarme, ni he sabido llenar las alforjas: de más pureza, de más bondad, de más gracia, de más amor”.

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La Iglesia es Camino

Muchas veces me he perdido en mi propia mezquindad, me he perdido en el desaliento de transitorias preocupaciones y a Ti Señor Jesús te he dejado, te he dejado a ti Jesús mío para hundirme miserablemente en el lodazal de mis propias inquietudes y desasosiegos. Jesús no te he sabido ver tantas veces, no te he sabido oír, no he sabido pisar fuerte y seguir caminando, y me he parado: en esa cloaca inmunda o en ese placer o en ese paraje acaramelado e inconsistente o en esa contienda inhumana y desalentadora.

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Papa Francisco. Una vocación viva

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San Josemaría fundador del Opus Dei

Otras veces he perdido la confianza en Ti o he perdido negligentemente tu mirada limpia; en otras ocasiones: me he distraído, me he aburguesado, me he dormido; y te he dejado solo y he dejado solos también a los tuyos: a tus pobres, a tus enfermos, a tus atribulados, a los hombres y mujeres que te ignoran o a aquellos otros que te insultan y te matan; todos de una forma u otra necesitaban de mí. Señor de nuevo, una vez más te he ignorado sabiendo las necesidades de este mundo; un mundo que muchas veces se precipita en abismos infernales; y yo sin hacer caso he huido buscando un placer o un descanso, he huido lejos de Ti…

Y pronto de nuevo asombrado he visto mi soledad y mi desolación y he vuelto como el “hijo pródigo” al encuentro del Padre. He vuelto a mí divina casa, junto a los míos.  He vuelto a ese hogar en el que: Tú hablas, Tú explicas, Tú nos das calor, Tú nos amas. Y ahora Señor, de nuevo estoy contigo: cuídame, para que nunca más me prive de tu acogedora presencia.


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jueves

13

marzo 2014

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San Josemaría y Don Álvaro del Portillo

Publicado por , Posteado enOpinión

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San Josemaría con Álvaro del Portillo, que en la época de la Guerra Civil era uno de los miembros de la Obra que permanecía en Madrid. Años más tarde se ordenó sacerdote y a su muerte se convirtió en el primer sucesor del Fundador al frente del Opus Dei

Don Álvaro del Portillo convivió con el fundador del Opus Dei: San Josemaría del  año 1935 hasta su marcha al cielo en 1975. Muy pronto se convirtió en su  ayuda  más firme.  El 25 de junio de 1944 fue ordenado sacerdote. Desde entonces se dedicó enteramente al ministerio pastoral, en servicio de los miembros del Opus Dei y de todas las almas. Podemos hablar de él como de un contemplativo itinerante. Su servicio infatigable a la Iglesia se manifestó, además, en la dedicación a los encargos que le confirió la Santa Sede como consultor de varios Dicasterios de la Curia Romana y, especialmente, mediante su activa participación en los trabajos del Concilio Vaticano II.

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San Josemaría con Don Álvaro del Portillo

Su amor a la Iglesia se manifestaba por su profunda comunión con el Papa y los Obispos. Su caridad con todos, la solicitud infatigable por todos en el Opus Dei, la humildad, la prudencia y la fortaleza, la alegría y la sencillez, el olvido de sí, el ardiente afán de ganar almas para Cristo, reflejado posteriormente también en el lema episcopal  —regnare Christum volumus!—, y esto junto con la bondad, la delicadeza, la serenidad y el buen humor que irradiaba su persona, son los rasgos fundamentales que componen el retrato de su alma. Fue una persona de una gran belleza interior: un hombre de Dios.

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Don Álvaro del Portillo

El centró toda su existencia en llevar a la santidad a todas las personas, cualquiera que fuera su clase y condición. Enseguida entendió el mensaje que años antes había recibido San Josemaría. Nunca tuvo duda de su vocación, ni de cuál era su camino. La certeza de la llamada, que él recibió, estuvo siempre presente en su vida como una luz, fuerte e intensa, que cada día iluminó sus acciones. Y desde entonces trabajó con intensidad, pero calladamente, con mucha humildad, escondido pero dando vigor y fuerza a esa Obra que había nacido en Madrid en 1928.

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Don Álvaro en México

Para poder dedicar su vida a llevar a cabo su vocación al Opus Dei lo dejó todo: profesión, familia de sangre, amistades, lugar de residencia …; y se empeñó en seguir con firmeza la llamada que había recibido de Jesucristo; no vaciló nunca: ni ante la prontitud de la llamada, ni ante el desconocimiento lógico que aún tenía del Opus Dei, ni por el poco tiempo que llevaba con su fundador San José María, ni ante la decisión de dejar a la familia. La luz que recibió Don Álvaro fue implacable, era un programa para toda su vida; él entendió desde el principio que tenía que renunciar al matrimonio, a los hijos, a la vida en familia formando un hogar cristiano; Dios decidió para él otra cosa, otra cosa desconocida aún, ambigua, ciertamente inquietante, y exigente; muy exigente: pues era necesaria la renuncia de todo. Don Álvaro sin embargo desde el principio oyó la voz de Jesús que le decía: “sígueme” y con esa “ceguera” de no saber por qué y para que, se lanzó a aquella labor apasionante pero novedosa.

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Álvaro del Portillo con Juan Pablo II

La Obra estaba sin hacer y requería exigentemente ponerla en marcha. San Josemaría y Don Álvaro estaban en España y corría el año 1935, eran unos años difíciles en los que la Iglesia estaba continuamente atacada: en aquel tiempo se quemaban iglesias, conventos, lugares sagrados y colegios que tuvieran relación con el cristianismo; mataban a los sacerdotes, a los religiosos, a las religiosas y a muchos cristianos comprometidos; todo en un intento brutal, que era apoyado por muchos ciudadanos, para eliminar a los cristianos; la crueldad fue tremenda y las dificultades muy, muy grandes; fueron los comienzos de la guerra civil española; y San Josemaría en aquellos tiempos rodeado de algunos jóvenes entre ellos Don Álvaro tenía que hacer el Opus Dei.

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La alegria de los santos

Para aquel cometido necesitaban lo que después quedaría como lema: “Dios y audacia” Dios era imprescindible pero la audacia también. Y Dios, entre otros jóvenes, para estos comienzos tremendamente difíciles y escabrosos eligió a estos dos “personajes” inigualables y trascendentes para hacer su Obra y en medios de las vicisitudes más increíbles, en medio de dificultades insospechadas comenzaron la labor, como dijo San Josemaría años después: “no había nada, estaba todo por hacer”; sólo había: “juventud y buen humor” y además la fortaleza de dos hombres de Dios y de otros jóvenes que estaban también dispuestos a dar la vida por Cristo y a comprometerse firmemente en hacer el Opus Dei. Dios dispuso que los comienzos del Opus Dei fueran en España y además con estas terribles dificultades; dificultades tremendas que sirvieron para: “Anclar en roca firme” el espíritu universal del Opus Dei.

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El Papa Juan Pablo II reza ante el cadáver de Don Álvaro

Nunca podemos olvidar que estos fueron los comienzos; años muy, muy difíciles. En aquellos años para emprender aquella labor se necesitaban Santos, Santos de altar, Santos de los pies a la cabeza. Y aquí los tenemos: San Josemaría, y el que pronto el 27 sep. será el Beato Álvaro.

Referente a Don Álvaro en este año celebramos: el día 11 de marzo el centenario de su nacimiento: 1914; el día 23 de marzo los 20 años de su marcha al cielo: 1994; y como hemos dicho en septiembre su beatificación; por lo tanto un año importante: 2014 para recordar en la vida de un hombre también importante Don Álvaro del Portillo.


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