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agosto 2013

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El futuro tiene la palabra

Publicado por , Posteado enOpinión

Si los electores deciden ir a las urnas sin tener que tapar la nariz, es de imaginar que el bipartidismo en España tenga tocado techo, y ello no solo por la extendida corrupción que salpica a los dos grupos políticos del «club de los infectos», sino también, por el incumplimiento continuado de ambas organizaciones con las expectativas de sus votantes, habiendo de añadir igualmente la insolvencia ejecutiva de sus gobiernos de alternancia; conjunto de aspectos determinantes de la crisis sistémica en la que está sumida la mayoría política del país y por derivación las instituciones de su dirección.
Es más que notorio que los miembros de este referente de dualidad política gastan sus energías en cuestiones de escasa importancia pública, huyendo de afrontar los asuntos relevantes o en su defecto convirtiendo las alternativas en conflictos, y mientras tanto se entregan a la promoción de banalidades y al absurdo ejercicio de confundir la vanidad con la autoestima.

Todo un problema de fondo que irremediablemente por sus características, sitúa al país en un estado de bancarrota política, en una quiebra donde el poder de gobierno claudica ante unos poderes fácticos, financieros y económicos, plasmando la evidencia que España ha sido entregada a la voracidad de los especuladores, con el agravante que mientras esto ocurre vemos a nuestros representantes sumisos ante el imperativo de los mercados, transigiendo abiertamente como se está dañando la soberanía del Estado y violentando la voluntad democrática de los ciudadanos, asumiendo con toda normalidad, como se consolida el aumento de la degradación y las desigualdades sociales.

Drama que se agrava 20 meses atrás en coincidencia con el triunfo electoral de un “registrador taciturno”, que tras su neoliberalismo de diseño, decidió otorgar mas cota de poder a los mercados en detrimento del derecho ciudadano, destinando todo lo que el Estado ahorra en recortes sociales a satisfacer una deuda pública desbocada; decisión contextualizada en el marco de una política de austeridad a ultranza que mas que una solución de futuro nos hundió en la crisis de forma irremediable, de ahí nuestro cambio de posición, mostrando una devaluada ubicación en el contexto internacional, donde la marca España pasó de ostentar el cuarto puesto en la economía de la zona euro, después de Alemania, Francia e Italia, hasta nuestra actual posición en la peor de las encrucijadas.

En esta alteración, los testimonios de irracionalidad no se hicieron esperar y las incongruencias se prodigaron por doquier tomando protagonismo de actualidad, y así, mientras el presidente Rajoy alardeaba de resultados destacando la tendencia positiva de sus políticas en la creación de empleo, al unísono, de una parte Chistine Legarde directora del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de otra Olli Rehn vicepresidente de la Comisión Europea (CE), chafaban el mensaje propagandístico del Presidente, a través de una iniciativa sobre la potenciación del mercado laboral, consistente, en rebajar los sueldos el 10% a cambio de que las empresas se comprometan a forjar empleo.

Este planteamiento además de una imposición de jerarquia, no deja de ser un ofrecimiento envenenado, una nueva argucia de los mercados financieros, cuya única finalidad no es otra, que garantizarse el cobro urgente de una deuda publica especulativa, cercana al billón de euros y sus respectivos intereses, sin riesgo a detracciones que supondría el establecimiento de iniciativas evolutivas y políticas activas de empleo; pero lo que también se desprende del propósito de ambas instituciones, es el fracaso de las políticas del neoliberalismo austericida, apadrinadas por el oficialismo bipartidista, que por su cerrazón al crecimiento, además de impedir el saneamiento de las cuentas públicas hacen que se hunda la economía y el empleo.

Por tanto, no es tiempo de paños calientes, ahora la corrección de errores sistémicos obliga asumir sus causas promotoras, admitiendo la desconexión del mundo político con la sociedad, al igual que el entreguismo del bipartidismo ante la presión especulativa de los mercados financieros, y desde esa realidad, afrontar la transformación necesaria hacia un nuevo sistema institucional donde no quepan oportunismos ni demagogias populistas de quienes manejan los hilos pro domo sua y de sus directores monetarios. Un cambio, en el buen sentido de rescatar la democracia para invertir los términos de funcionamiento, y desde el nuevo orden, de una vez por siempre poner la política a servicio protagonista de los ciudadanos.
Para alcanzar este objetivo es imprescindible que la sociedad como colectivo se desprenda de indolencia y decida tomar compromiso por su futuro, aceptando ser parte activa de la confrontación histórica, y convencerse que de su implicación depende la derrota de un bipartidismo cómplice, finalidad clave para combatir sin escudo a quienes después de generar la crisis hicieron de la misma su mas perfecto negocio a costa de sumir al conjunto de la sociedad en la miseria colectiva.