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domingo

16

junio 2013

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MAINAR (ZARAGOZA) ESPAÑA. OJOS SIN PUPILAS.

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Mainar dista de Zaragoza sesenta y nueve kilómetros. Enclavada en monte de poca altura allá donde llanos (del mismo nombre) ponen fin. Es lugar en actualidad de un censo de población inferior a doscientos habitantes.

Cuenta en estribación la Sierra de Algairén así como las Sierras de los Bodegones, la de los Pilones (Sierra Modorra) y la conocida Sierra Peco.

El Rio Huerva. La Huerva. De nacimiento; entre las Sierras Pelarda y Cucalón a una altitud de mil doscientos ochenta metros. Le regala con la generosidad que el clima permite su agua.

Camina la Huerva por Campo de Daroca. Y si llegado a Mainar no cuenta todavía con importante caudal lo tendrá con los aportes hídricos que recibe a partir de Villarreal población que hace con Mainar; límite de termino.

Los arroyos que se le atribuyen son Villarroya (Valsauco) y Villarpardo de posible presencia del hombre hacia los siglos XII y XIII.

La llamada a curiosidad dice nombre de Parajes: El Alcocer.

ACEQUIAS: De los Ojos. El Reajo. Agua Somera (agua ligera superficial).

CAÑADAS: Carralanga y Carramanchones. Sisones. Del Tío Alegría. Del Moro. De la Viña. Del Gordo.

BARRANCOS: Valdelacebo. De la Fuente del Piojo. Del Ontazo. Del Pozo Ropera. Del Despeñadero. Del Molinillo. Obscuro. Valdefrasno. De los que escasea el agua pasada primavera.

Mainar comparte cercanía con carretera nacional. N 330.

La bella y expresiva Torre de su Parroquial destella. Los azulejos que la coronan; hacen de catalizador y el visitante de Comarca se detiene. A ojo de pájaro las tierras que la circundan son dominio para el humano.

De haber cartel que poner en entrada: Se diría… “Venir a conocer Mainar”. ¡Solo hombres de Fe y Honradez!

Al igual que otras localidades Mainar fue visitada por maleantes.

Ojos sin pupilas. La casa que conociera risa de infantes. Llanto; por la pérdida de sus mayores se debate en ruina.

Ruina.

Es culpable el tiempo que la desmorona; en connivencia con cierzo e inclemencias.

Simples florecillas medran en tierra seca ellas llegaron con la primavera. No hay punto de agua que venga a alimentarlas. Dos podencos gritan en cercado; solo ellos crean, la necesaria compañía para la casa deshabitada.

A hurtadillas… La abandonada… Intentará en noches de encantamiento buscar a quien lavara sus paños, calentara fogón y alimentara despensa.

Ya nadie se acerca a dar continuidad en sus estancias. Perdieron llave. El día que la llamaron vieja.

A pesar de ello sigue la  mirada puesta; en la Torre de la Iglesia.

MAINAR a J. Carrascón. Primavera 2013

Carmen Amigó y Pérez-Mongay


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