(Del libro “ESPAÑA. Melones y Cucurbitáceas”)

En cancha se disputa el partido de Baloncesto entre el Madrid y el Barcelona. (5 octubre 2013)

Al cabo de cinco minutos los oídos piden cerrarse para no escuchar el incondicional apoyo al equipo catalán que debita el Señor López Iturriaga.

Cuando en realidad ha comido y bien vivido de lo que el Real Madrid y la Selección Española le han proporcionado.

El Baloncesto es un juego en competición y gana el que al final cuenta mayor puntuación. Pero esta persona que la cadena nacional española lo tiene en sus filas es de lo cansino… ¡lo más!

No deja pasar jugada que no haya hecho comparativo con lo excelente del Equipo: El Barcelona.

Y el no va más llegó… En el desafortunado comportamiento de Sada y los árbitros. Que al susodicho comentarista pareció arreglarle. Diciendo que la expulsión del jugador del Madrid; al equipo del Barcelona le estaba ayudando. (Hasta aquel momento perdían). Como perdieron aunque ciertamente la diferencia fue por muy pocos puntos.

Un partido (en este caso de baloncesto) es un tiempo a pasar con agrado y no lo resulta cuando el comentarista (como ha sido el caso) en lugar de relato te hace una novela sin pasado o te lleva al huerto y roba las manzanas.

Que es metafóricamente hablando sacarte de tu concentración y disfrute robándote el tiempo al repetir constantemente; las delicias de su equipo adoptado cuando el televidente no viene posicionado al tratarse de dos equipos nacionales. Pero acaba por hacerlo.

¿Te cambias de canal…? O quitas la voz al televisor cada vez que él interviene. Lo que resulta incómodo estar con el tic-tic.

Dicen que comparar es odioso pero no cabe aquí otra cosa. El joven comentarista al que diera apoyo; si que estaba en el papel que tenía atribuido. Retransmitir cuanto en la pista sucedía.

¡Qué lástima! Tener tan de medio pelo; comentaristas.

Carmen Amigó y Pérez-Mongay