El feminismo oficial, subvencionado por el Poder constituido, lejos de haber ayudado con sus aportaciones «ingeniosas» (Leyes de Igualdad, de Violencia de género, etc…) resulta ser absolutamente estéril. Más que estéril, contraproducente. Feminicida. En el periodo que va desde que entró en vigor la «Ley de Violencia de Género» en 2006 hasta el 2011, se han duplicado las muertes violentas de mujeres, además de haber contribuido esta a la indefensión del hombre que, con la simple denuncia de la mujer, puede ser condenado.
Nuestra sociedad, inspirada en la primacía de los valores del macho (agresividad, competitividad, etc…), más que alimentar la lucha de sexos desde un feminismo inconsciente y contraproducente, debiera aspirar a recuperar en su seno los valores auténticamente humanos, que no son masculinos o femeninos y contrapuestos, sino que son complementarios. El ser humano (tanto hombre como mujer) debe aspirar a integrar en sí mismo ambos polos. Su lado que llamamos masculino y su otro lado, igual de importante, igual de trascendente, el femenino.
Todo lo demás, y las guerras que se dan y hemos visto con pena en la arena política, aireadas ávidamente por los medios de «comunicación», solo les benefician a ellos y a los que viven de este rico «merengue» de las subvenciones públicas y… digamos que de la confusión y el cuento.