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domingo

26

enero 2014

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Derrocar a la dictadura invisible

Publicado por , Posteado enOpinión

Cuando en los comicios del 2011 el PP alcanzó el triunfo electoral adjudicándose una mayoría súper holgada en las urnas, es más que sabido que tanto nuestra economía como la de la Unión Europea ya estaban inmersas en la recesión causada por el estallido de la burbuja inmobiliaria, que fronteras adentro fuera alentada y favorecida por el ex presidente Aznar que a efectos internos fue el principal causante de la posterior debacle.

Aquella enrevesada situación a pesar de su notoriedad, por miopía política un PSOE alternante negó porfiadamente, siendo su obstinación por ocultar la verdad, además de una insensatez, el estigma que alimentó la desconfianza y el escepticismo de una masa electoral aclimatada a la cultura del Estado del Bienestar, que perceptora del pervertido hipnotismo socialista y del shock traumático que se avecinaba, ingenuamente, lejos de buscar alternativa electoral en fuentes del progresismo, optó mayoritariamente por dejarse encandilar por los cantos de sirena de una reaccionaria derecha «popular».

Si el insensato espaldarazo de ese electorado crédulo fue la clave del abultado resultado del PP en aquellos comicios, no es menos cierto, que también fue ese mismo apoyo quien por el talante involutivo del receptor y por sus malas praxis en la administración del poder, propició la quiebra institucional, y en suplencia, impuso la instauración de una dictadura invisible, ese modelo que disfrazado de democracia además de suprimir las aspiraciones colectivas, comandó los designios del país y cuya rancia repercusión condujo al menoscabo de la totalidad de las garantías constitucionales afectando por un igual tanto al marco de las libertades como a los derechos fundamentales.

Ahí tenemos como muestra, el espíritu totalitario de las leyes en tramitación como la generalizada supresión de la ecuanimidad, una situación de deterioro colectivo, donde a la masiva pérdida de empleo le siguen las prácticas de desahucio, las desigualdades en la distribución de la renta y demás perjuicios agregados que sitúan al quórum social en el umbral de la pobreza y en estado de exclusión, en una posición extrema que sin mas paliativos exige con urgencia un proceso de catarsis integral como único procedimiento efectivo para alcanzar la restitución de una democracia perdida.

En consecuencia, no deben caber mas tolerancias con quienes utilizan la política para beneficio de unos pocos, siendo obligado erradicar la dominante pasividad reinante para dar paso a la potenciación de una conciencia crítica, y recuperar con ello los valores caídos en desuso, para así, despertar la adormecida indignación colectiva como réplica a la injusticia imperante, con la firme decisión de quebrantar las normas y las leyes impuestas por los artífices políticos de esta perniciosa dictadura invisible , sin descartar cuantas acciones sean necesarias para garantizar el cumplimiento del espíritu y la letra del marco constitucional y la restitución de unos proscritos valores democráticos; si bien para alcanzar esa meta, además de cordura electoral, es imprescindible superar las insuficientes formas de una simple democracia espectadora para progresar hacia una verdadera democracia participativa.

Ahora bien , ello será harto difícil mientras perviva la condescendencia con los manipuladores políticos y se siga otorgando crédito electoral a sus insolvencias, pudiendo afirmarse que no existirá reconducción posible si no se da una transformación en la mente de los votantes para adaptar su parecer a una nueva forma de pensar, pues resulta evidente que en la actual tesitura el valor que se esconde detrás de cada voto es un todo inservible a la hora de limpiar el sistema y las instituciones de políticos infectos, y esto está íntimamente ligado con la decadencia moral, política y económica que acorrala al país.

Es por ello, que por mas voluntad popular que haya secuestrado en las urnas, el PP, por su propio credo ideológico y sus connotaciones con los escándalos y la corrupción, políticamente es la opción menos apropiada para poner remedio a la situación extrema que vive el país, toda vez que sus objetivos, lejos de atender a las aspiraciones de sus electores responden en exclusiva al mandato e intereses de la élite financiera, de ahí que haya de hacerse caso omiso cuando el Presidente Rajoy en su plática doctrinal llega a confirmar, que la economía ha salido de la trinchera y combate en el frente de recuperación, cuando es de todo punto notorio que la propia crisis institucional impide alcanzar tal posibilidad.

En razón a lo expuesto, cuando se avecina un nuevo proceso electoral es tiempo de reflexión y momento apropiado para descolgarse de ese neoliberalismo confuso, época también de mudanza para desechar la coacción al voto útil y decidirse por poner en valor principios éticos, votando al partido de ideología acorde, combatiendo así treinta y cinco años de putocracia bipartidistas y evitando la indigestión de tragar por democracia esta esperpéntica dictadura invisible