El hecho de que el Gobierno indemnizara a la empresa Castor con 1.350 millones de euros por el cese de su actividad, resultaba cuando menos sorprendente de que no hubiesen incluido en el contrato una claúsula del tipo “señores si ustedes me destrozan la casa”, por ejemplo al provocar seísmos, cesan su actividad y, lógicamente, el indemnizado soy yo”. La incapacidad de negociar también se ha hecho patente en el caso de los enfermos de hepatitis C, quienes ven peligrar sus vidas, ya que el tiempo corre en su contra, mientras el Gobierno no es capaz de encontrar una salida en la negociación con una farmacéutica que incrementa el precio del milagroso medicamento en más de un 400% sobre los costes de producción. Pero éste no es el único caso en el que nuestro Gobierno parece mirar para otro lado, puesto que si el precio del barril de Brent ha descendido más de un 50% la repercusión en el bolsillo del consumidor no ha superado el 20%, no obstante, desde hace unos días vemos como, tímidamente, el precio de la gasolina vuelve a subir de acuerdo a las oscilaciones al alza del maldito barril. Con esta regla de tres cuando el barril vuelva a alcanzar la barrera de los 100 dólares el consumidor estará pagando por el mismo producto bastante más que antes. Después de todo esto, nuestros queridos gobernantes todavía se sorprenden al ver que el pueblo acoge y aúpa a líderes «populistas» que les dicen a estas multinacionales: “señores o me ponen el precio de estos bienes de primera necesidad a un coste razonable, o las nacionalizo”. Es que el populacho nunca entenderá nada.
Reyes Cortés