Sirenas, timbres, cornetas y… necesidad de reflexión
Publicado por Gerardo Hdez Zorroza, Posteado enOpinión
Los de mi generación, recuerdo, crecimos a ritmo de sirena de fábrica, timbre escolar y trompeta militar, obedeciendo mandatos de «autoridades» y siendo condicionados a ocuparnos de nuestra pequeña parcela, dejando el resto a los «expertos» y en manos deL Estado. Hemos perdido así, como sucedía antes en comunidades más pequeñas, la sabiduría para autoabastecernos, autogestionarnos y responsabilizarnos de lo que sucede en la sociedad en que vivimos.
El cambio social –parece que no hay dudas al respecto– debe empezar por la educación, y son ya unos pocos animosos, de mente abierta y avanzada, quienes están proponiendo educar en este campo según los nuevos paradigmas del conocimiento. Una forma de enriquecer el mundo basada en el favorecimiento de nuestra interrelación básica y de la colaboración en red. Debemos tomar conciencia y trabajar para este cambio y aplicar nuestro talento en buena dirección.
Los nuevos paradigmas del conocimiento nos advierten que obtendremos una mejora sustancial en la motivación y en los resultados, si permitimos que nuestros chavales/as expresen su creatividad, inagotable diría yo, si los liberamos de cargas inútiles y les animamos a colaborar desde la Escuela mucho más unos con otros.
Nos han hipnotizado, y muchos parecen vivir como zombis. Nuestra Sistema educacional no lo ha sabido hacer, pues se ha favorecido más bien el adoctrinamiento a golpe de decreto, vendiéndolo como una «necesidad social», y esto además cada vez que ha habido cambio de Gobierno.
Han primado la improvisación y un falso «pragmatismo social» (mejora de la «competitividad» del Estado como objetivo según el preámbulo de intenciones de la Ley Wert), lo cual ha provocado la frustración en muchos maestros, sujetos a los vaivenes de la guerra política (político-religiosa), a la rigidez de los temarios y a otros factores que siguen incidiendo en el incremento de la problemática socio-familiar.
El autoconocimiento del niño y su enseñanza en el buen manejo de las emociones –que debiera ser labor primordial del maestro– se ha complicado sobremanera debido a las exigencias del control neurótico que se aplica y la, cada vez mayor, burocracia justificativa en que se escuda