PINGÜINOS. ANIMALES. ESPAÑA.
Publicado por Carmen Amigo, Posteado enOpinión
(Del Libro “ESPAÑA. Melones y Cucurbitáceas”)
Sería importante que aquellos que ponen al animal como el ser que no tiene sentimientos se analizase a el mismo.
Hartos de escuchar cuando el humano comete una atrocidad “que es la parte de animal que lleva dentro la que ha inducido a tal hecho salvaje”. A ciertas personas se nos intuye la pregunta si no es el hombre con esa aureola de ser inteligente el que ha marcado huella en los animales desde el comienzo de los tiempos. Llamémosle en ellos defensa.
Se escucha día sí y otro en callado…Padres que maltratan a sus hijos. Que no hacen porque les llegue el afecto y les condenan al miedo y a la inseguridad. Familias que muestran uñas y dientes para hacerse en rapiña lo que sus mayores obtuvieron con sacrificio. Maltrato de y sin género (solo hablan de la mujer maltratada; cuando hay mujeres que maltratan a su pareja).
Robo. Muertes. (Los animales roban y matan para su supervivencia el hombre no).
Abandono de sus recién nacidos. De sus mayores. De sus hijos. De los enfermos en puerta de hospital mientras marchan de vacaciones. De latrocinios. Usura. Hechos maquiavélicos para destruir al ciudadano. Genocidios. Genocidios con desviación experimental. Guerras. Peleas a muerte. Muertes inducidas…
¡A esto se le llama civilización!
Sentimientos.
No hay que llevarlo a sentimentalismo. El sentimiento nace del interior y aquí no vale decir que los animales carecen de cerebro. Transmisión.
Padres y crías. Desconocer lleva a enjuiciar sin razón. En la superficie de extensas llanuras de hielo una colonia de pingüinos hacen de ama de cría en tanto que padre o madre cada uno a su turno se ocupa de ir a buscar comida.
La marcha es larga; algunas decenas de kilómetros que suponen un número alto en días de camino (alrededor de los dos meses). De su regreso casi exhausta; la hembra pingüino que entregó el huevo de la puesta a su pareja y que este guardó en su saco encuentra el recién nacido.
De su buche es regurgitado el alimento almacenado para complacer y alimentar al pequeño que juega al escondite en bolsa de a ras de pie; la de sus progenitores.
El reencuentro.
Madre o Padre que ha marchado a buscar el alimento por separado (peces calamares, crustáceos) al juntarse se hacen carantoñas mientras el pequeño asoma cabeza y pide alimento. ¿Qué decir… de cuando la esconde y dando espalda en la bolsa da a saber que no quiere seguir jugando con su amigo?
Ahora el turno es del Padre. Ha de tomar en el relevo; la marcha. Se aprecia que no quiere dejar al pequeño e insiste. Ambos lo quieren.
De nuevo el paso en apariencia torpe del que se aleja a cumplir con su deber en el frio y hielo se pierde en el horizonte.
El lamento por la pérdida de uno de sus miembros sobrecoge y pone coto al pensamiento de quienes se escudan diciendo: Son animales carecen de cerebro.
Posiblemente tienen alma. Lo que se echa en falta en más de un ser humano.
Carmen Amigó y Pérez-Mongay