¿Pienso, luego que? Posguerra…
Publicado por Serth, Posteado enFUNDACIONES, ONG, Queja, Política
Años 20, 30, 40, 2015 … da igual.
…posguerra de cualquier país. El sentimiento de desamparo en las personas supera el nivel de lo imaginable para cualquiera, nadie había vivido nunca algo semejante.
Haber sobrevivido, todavía no es garantía de nada mejor. De momento es algo “Hamletiano” (si, la palabra existe) –estar o no estar, es ahora la cuestión–.
El polvo, la incertidumbre, el hambre, incluso el sonido del aire silbando entre los escombros, nos sitúa ahora –fácilmente imaginable en nuestra era,– en un lugar increíblemente real, sumido en un perpetuo atardecer.
Maravillosa, tenue luz crepuscular, en el horizonte, que nos abstrae sensacionalmente abandonando lo físico, a uno de esos momentos particulares en la vida, esos llamados por algunos de “comunión”, en nuestro interior, íntimos a mas no poder; donde el disfrute de tan hermosa y placida visión a la vez que fugaz y fuera de lugar, hace que pensemos, quedando a las puertas ahora, de una simple y potente depresión que roza el sentimiento de locura: –¿!Para que cojones se creo esto tan maravilloso!?–
Realidad. Silencio, que no paz. –buena idea si, en blanco y negro–.
Sonreír hace tiempo que se extinguió. ¿Quién sabe cuando se volverá a escuchar una risa?. Lamentos por doquier, ahogan conatos de alegría, tras encontrar a alguien, un amigo, un conocido, un vecino; en lo que fue su calle si es que alguien es capaz de imaginar que aquello lo fue alguna vez, la suya.
Gentes que en el vacío de su expresión, confirman sin respuesta, porque no hace falta ni la pregunta, la muerte de algún familiar, de algún amigo, de alguien de allí.
Nadie escapa al reparto de nuevas, nadie quedara sin noticia.
No, esto no es una película de hazañas bélicas, donde el “malo” es el “malo” y el “bueno” el “bueno”. Una de soldados con uniformes impecables, compañerismo y mensajes de honor; de esas bonitas, con historia paralela de cuidados detalles, donde la carta de la amada, esa firmada con un beso y que oculta un mensaje cómplice que augura felicidad inmortal, llega un poco mas tarde, por un error del cartero casi en los créditos, no.
No, esto no termina aquí, no estamos en el lado correcto del final; el de después. El lado donde las luces se encienden y la gente se estira, suspira y valora. No, ni en ese, ni en el otro lado, el de decidir.
Nosotros estamos dentro, dentro de el, decidiendo a cada momento si esperamos al ¡Corten! y que termine el puñetero “filme”, o terminar nosotros mismos de una vez, porque no podemos mas, porque no queremos estar aquí, porque jamás se debió inventar este genero, donde repetir una escena es imposible, porque tras la ¡Acción¡ muchos de los actores mueren de verdad.
Vecinos, amigos, familiares, actuando en una película que no es la suya, se convierten en estrellas de cine sin pedirlo, famosos por un día, por un momento si se habla de ellos, carteros despistados si son ellos quienes dan las nuevas; ansiosos, muchos, por protagonizar el siguiente final que termine con tan triste empleo.
Aquí todos saben lo que pone en la carta, todos son carteros. Todos quisieran que este no se equivocara, pero no, eso no va a suceder. Aquí, estar o no estar, es ahora la cuestión.
Y decididos ha intentar que los nuestros; hijos, madres, hermanos, aquellos que lo “lograron”, que consiguieron sobrevivir puedan volver a empezar y tengan su historia. ¡Porque tienen derecho a ello! –Lo creo de veras–. Con las pocas fuerzas que nos quedan, aderezadas con la esperanza lógica, de cualquier ser humano, de vivir, avanzamos en dirección al país vecino. –El faraón pasa de nosotros–
Poco a poco, el entorno se muda casi sin darnos cuenta, de destruido a pasado a desconocido. Ahora, una extraña alegría brota en el interior. Una leve sonrisa tonta, hace un amago de emerger –no durará mucho– sabedores de que en nuestros países vecinos ya son conscientes de lo acaecido, –estamos en el siglo XXI– el optimismo se instala en el grupo; Solo tenemos que llegar y ya esta.
Curioso momento este, a lo lejos, se adivina la frontera anhelada, el final del camino. Curioso si, ahora no habla nadie en el grupo, todos han bajado la vista, los pasos van mas lentos, como sin prisa. Ahora cada cual oye solo lo que piensa.
Nos recibirán con los brazos abiertos, saben que estamos destrozados, seguro que nos ayudaran en lo necesario; porque son ellos, porque somos nosotros, porque es así como debe ser.
Porque es lo que nosotros haríamos por ellos: ¿No?
Fatal duda, torna la alegría en incertidumbre.
¡Lo haríamos!, Lo haríamos … ¿Verdad?
Tal vez al final la cuestión, si sea –ser o no ser–