Cartas al Director

Aprender a utilizar la palabra, es aprender a decir lo que queremos decir. Y para ello, nuestra propia escucha es básica.
Hemos sido inundados de «ruido», condicionados desde determinadas esferas para servir a un programa, para obedecer. Pero la situación está empezando a cambiar. Cada vez más personas sentimos y hemos aprendido que el poder de creación no nos lo conceden otros, los paradigmas externos reinantes, como Politica (podemos o no podemos), Religión (debemos o no debemos), Economía (tenemos suficiente o no tenemos), incluso la Ciencia, ese cientifismo que se ha apropia del saber y que nos dice lo que es cierto o no. Empezamos a conocer y sentir muchos, como dije, que el poder no está fuera, sino en nuestro interior. Nos damos así permiso para ser, para jugar con nuestras construcciones, para obedecer nuestra propia guía, lo que hace liviana la labor y evita sufrimientos. La guía interna, etérea, espiritual, toma el control sobre lo externo, que ve como un juego, un aprendizaje, lo hace más liviano. Cuanto más conscientes somos, más aprendemos a elegir nostros mismos cómo nos encontramos, y no los programas.
Aprendemos así a funcionar no como autómatas incosncientes, sino de acuerdo a nuestros sentimientos auténticos: la dicha, el entusiasmo, la pasión que surge cuando nos alineamos con lo que nos hace felices, con nuestro corazón.
Y para esta labor creadora , se empieza, como nos enseñan las enseñanzas herméticas, por ordenar lo interno, el caos mental que tenemos.
Es la palabra la que dice, ordena a nuestro universo particular, y sin necesitar saber nosotros cómo, nuestro universo crea lo que ordenamos. Por eso de la importancia no solo de la palabra, sino también de nuestra Escucha. Pues la escucha hace consciente lo oculto, aquello aún no depurado en nostros, lo que nos hizo perdernos.