Orar, una opción a lo divino.
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
Hay muchas personas que muestran su dificultad para hacer oración, a ellas yo les daría estas precisas y elocuentes indicaciones de San Josemaría, que vienen en Camino, punto 91 y que pueden ser acertadas para poder entrar de lleno en esta materia que por desconocida para muchos puede ser un tanto dificultosa:
- Me has escrito: «orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?» —¿De qué? De Él, de ti: alegrías, tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias…, ¡flaquezas!: y hacimientos de gracias y peticiones: y Amor y desagravio.
En dos palabras: conocerle y conocerte: «¡tratarse!»
Siguiendo estas indicaciones es fácil encontrar el camino adecuado que por otro lado se irá mejorando con la práctica. La práctica habitual, en la oración como en todas las cosas, es necesaria y conveniente y de ese hábito surgirá la mejoría en nuestra vida espiritual y en nuestra misión de cristianos; e iremos ahondando en la fe y sacando consecuencias prácticas para todo nuestro quehacer diario y siempre desde una óptica divina. Una óptica colosal y esperanzadora, que nos abrirá de una manera clara y nítida el camino del cielo.
En él punto 479 de Surco, San Josemaría nos expresa esta situación:
- “Reza por mí”, le pedí como hago siempre. Y me contestó asombrado: “¿pero es que le pasa algo?”
Estamos tan poco habituados a la práctica cristiana que parece para algunos que sólo tenemos que hacer oración cuando algo grave sucede o en el caso de una enfermedad, y no es así; nuestra oración ha de ser continúa, porque el trato con Dios, el contacto con Dios, ha de formar parte habitual de nuestra vida.
Nuestro Señor nos hace ver, con su ejemplo, que ése es el comportamiento certero:
- “Oración constante, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Cuando todo sale con facilidad: ¡gracias, Dios mío! Cuando llega un momento difícil: ¡Señor, no me abandones! Y ese Dios, manso y humilde de corazón, no olvidará nuestros ruegos, ni permanecerá indiferente, porque Él ha afirmado: pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá”.
Amigos de Dios, 247
Dios ha de convertirse para nosotros en un ser cercano con el que convivimos y con el que dialogamos. Él nos importa, y nosotros le importamos a Él. Y Él nos quiere y ese cariño se desbordara en nosotros a través de nuestras acciones y a través de la oración. Por lo tanto no dejemos nunca la oración, pues es el camino acertado, la senda segura, la luz, la estrella, la guía infalible que dirigirá nuestros pasos. Y ya para terminar también de San Josemaría esta indicación:
“He repetido y repito incansablemente ese consejo. Está recogido de la Escritura Santa, de ahí lo he aprendido: ¡Señor, que no sé dirigirme a Ti! ¡Señor, enséñanos a orar! Y viene toda esa asistencia amorosa —luz, fuego, viento impetuoso— del Espíritu Santo, que alumbra la llama y la vuelve capaz de provocar incendios de amor”.