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febrero 2015

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Mas que un debate, una pantomima

Publicado por , Posteado enOpinión

El debate sobre el estado de la nación, mas que desarrollarse acorde a su función, se convirtió en el pistoletazo de salida de la precampaña electoral y en un intento desesperado por rescatar a un bipartidismo decadente

En este  último debate del estado de la nación,   los  grupos mayoritarios  del  hemiciclo mas que tomar partido por la responsabilidad  trayendo  a colación los verdaderos problemas del país, y en correspondencia,  las   medidas paliativas que la actual coyuntura requiere   como respuesta  a la crítica situación que está  a padecer la mayor parte de la ciudadanía, contra todo pronóstico, en su dinámica  de  distanciamiento con la realidad, los directos implicados optaron   por el absurdo empeño de convertir el debate en una reafirmación continuista del bipartidismo, intentando con ello camuflar  el deterioro del sistema de alternancia  prodigado por el  PP y el PSOE durante décadas, que convertido ahora    en cáncer político ha tocado a su fin, como pone de manifiesto   el hecho contrastable, conforme la corrupción, la indignación, Podemos y la réplica  ciudadana, en su conjunto, hayan expedido a las  dos históricas formaciones  el acta de defunción.

A tal efecto, tomando cumplida conciencia de la realidad   es obligado remitirnos al año  2011, por ser cuando dejando al margen la voluntad popular,   ambas formaciones  refrendaron  conjuntamente  con ávida  rapidez (casi nocturnidad y alevosía), la reforma del artículo 135 de la Constitución,   y resultar   aquella decisión, además de un  indicador fidedigno del deterioro causado a   la salud y calidad del sistema  democrático, el  refrendo institucional   que amparó  la  instauración de  la austeridad como anacrónico  modelo de desarrollo, y por extensión, la que facilitó la vía de apertura a  la implantación  del  pensamiento neoliberal dominante en los establishments financieros y económicos europeos de perjuicio harto conocido,  y cuya perniciosa repercusión,  tan solo sería  posible  erradicar   forzando la reversión de tan hostil giro  constitucional.

Los resultados de aquella decisión   no se hicieron esperar, siendo perceptible desde el primer momento  la negativa  influencia  de  sus efectos,   que  además de impedir la puesta en práctica de políticas de crecimiento, cerró a cal y canto todo acceso a la  recuperación  por el efecto contractivo que indujeron los recortes en el gasto público,   en un entorno caracterizado por la falta de crédito y el desmedido endeudamiento, que en su conjunto, puso de manifiesto que  la austeridad no era para nada  el  antídoto   que requería nuestra economía  sino la causa de su quebranto, y que por tanto, todo proceso de  reactivación habría  de ser impulsado aplicando   medidas de  inversión, pues por mas alardes triunfalistas  que ahora  se  proclamen anunciando mejoría, la gravedad de la situación y sus perspectivas de empeoramiento a corto y medio plazo resultan a estas alturas, un todo  evidente en la  percepción mayoritaria   de quienes de modo directo  padecen sus efectos.

Dichas consecuencias vinieron a confirmar que la decadencia del  sistema bipartidista tuvo su verdadera génesis   en  la actitud de  compadreo de  sus miembros ante la crisis,   al respaldar con aquella reforma del marco constitucional políticas  al servicio  de  los especuladores,   como lo atestigua  el hecho de desprenderse   de la soberanía económica en favor de los mercados, o lo que es lo mismo,   el trato de favor otorgado  a organizaciones  dedicadas a la gestión de los intereses del poder económico, a las que por pusilanimidad  política  las dejaron campar  a sus anchas al margen de todo control y supervisión pública; y todo  en perjuicio de la economía real, de aquella,   que en mayor medida vendría a beneficiar    la  generación de riqueza, el empleo y  el bienestar social.

El bipartidismo con sus nefastas políticas, ha puesto a la democracia en apuros y al país al borde del abismo

Por eso resulta duro afrontar el fariseísmo que acompañó el debate del estado de la nación, viendo como desde   la burda manipulación, los miembros de la  casta política ya metidos en  campaña electoral se empeñaron en desigualarse ante  la ciudadanía, en el más difícil todavía, de hacerlo, fingiendo diferencias inexistentes con un hipotético adversario, que por   coincidencia en la acción política  se está de acuerdo en lo esencial, y eso es así, aunque ahora  uno y otro nos quieran convencer de su inocencia a través del despiste de  inculparse entre ambos, sin caer en la cuenta que la ciudadanía  después de sufrir en sus carnes la  negligencia de las  políticas de estos  figurados contendientes,    tienen blindada su memoria  a toda infección  política.

Dando por sentado que la recuperación económica depende de la estabilidad y la regeneración democrática,   sobra decir  que por su grado de deterioro,   el bipartidismo, electoralmente, debe  situársele   al margen  de toda intervención del proceso   de recuperación, pues en su alianza y  obscena colaboración con  los directos promotores  de la crisis, tanto socialistas como populares, por desgaste institucional    han perdido toda legitimidad para ejercer papel  protagonista en los grandes cambios  que la situación del país exige, hablando por si solo, el creciente desapego y desafección ciudadana hacia quienes  a través de sus  nefastas políticas han puesto la democracia en apuros y al  país al borde del abismo.

Por tanto, a  la vista de los hechos  la conclusión procedente   sobre el  debate  del estado de la nación, ha de remitirse a  la necesidad de implantar proyectos políticos de renovación  que marcando el punto final de épocas pretéritas, pongan en el centro de la decisiones a gentes de refresco, a hombres y  mujeres de probada solvencia,     en sustitución de  brokers enmascarados tras el uso indebido del contrabando  político.


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