MAINAR (ZARAGOZA) ESPAÑA. OJOS SIN PUPILAS.
Publicado por Carmen Amigo, Posteado enOpinión
Mainar dista de Zaragoza sesenta y nueve kilómetros. Enclavada en monte de poca altura allá donde llanos (del mismo nombre) ponen fin. Es lugar en actualidad de un censo de población inferior a doscientos habitantes.
Cuenta en estribación la Sierra de Algairén así como las Sierras de los Bodegones, la de los Pilones (Sierra Modorra) y la conocida Sierra Peco.
El Rio Huerva. La Huerva. De nacimiento; entre las Sierras Pelarda y Cucalón a una altitud de mil doscientos ochenta metros. Le regala con la generosidad que el clima permite su agua.
Camina la Huerva por Campo de Daroca. Y si llegado a Mainar no cuenta todavía con importante caudal lo tendrá con los aportes hídricos que recibe a partir de Villarreal población que hace con Mainar; límite de termino.
Los arroyos que se le atribuyen son Villarroya (Valsauco) y Villarpardo de posible presencia del hombre hacia los siglos XII y XIII.
La llamada a curiosidad dice nombre de Parajes: El Alcocer.
ACEQUIAS: De los Ojos. El Reajo. Agua Somera (agua ligera superficial).
CAÑADAS: Carralanga y Carramanchones. Sisones. Del Tío Alegría. Del Moro. De la Viña. Del Gordo.
BARRANCOS: Valdelacebo. De la Fuente del Piojo. Del Ontazo. Del Pozo Ropera. Del Despeñadero. Del Molinillo. Obscuro. Valdefrasno. De los que escasea el agua pasada primavera.
Mainar comparte cercanía con carretera nacional. N 330.
La bella y expresiva Torre de su Parroquial destella. Los azulejos que la coronan; hacen de catalizador y el visitante de Comarca se detiene. A ojo de pájaro las tierras que la circundan son dominio para el humano.
De haber cartel que poner en entrada: Se diría… “Venir a conocer Mainar”. ¡Solo hombres de Fe y Honradez!
Al igual que otras localidades Mainar fue visitada por maleantes.
Ojos sin pupilas. La casa que conociera risa de infantes. Llanto; por la pérdida de sus mayores se debate en ruina.
Ruina.
Es culpable el tiempo que la desmorona; en connivencia con cierzo e inclemencias.
Simples florecillas medran en tierra seca ellas llegaron con la primavera. No hay punto de agua que venga a alimentarlas. Dos podencos gritan en cercado; solo ellos crean, la necesaria compañía para la casa deshabitada.
A hurtadillas… La abandonada… Intentará en noches de encantamiento buscar a quien lavara sus paños, calentara fogón y alimentara despensa.
Ya nadie se acerca a dar continuidad en sus estancias. Perdieron llave. El día que la llamaron vieja.
A pesar de ello sigue la mirada puesta; en la Torre de la Iglesia.
MAINAR a J. Carrascón. Primavera 2013
Carmen Amigó y Pérez-Mongay