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noviembre 2015

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No les demos el gusto

Publicado por , Posteado enOpinión

Hay quien dice que esta vez le ha tocado a París. Que podría haber sido Berlín, Londres o incluso Madrid.

No estoy de acuerdo.

No creo que “ellos” (Estado Islámico, ISIS, DAESH o como quieras llamarlo) den un solo paso en falso. No creo que sea casualidad que el último y más sonado golpe haya sido en la capital de Francia, el país Europeo con más musulmanes. Puede parecer que echan piedras contra su tejado entonces. Al contrario. Quieren aumentar el miedo e infundir odio.

Aumentar el miedo de una población lógicamente asustada que ha visto atacada su mayor libertad: la de salir un viernes por la noche a tomar una cerveza o un vino, a hablar con un hombre o una mujer, a escuchar rock o death metal, a ver un partido y gritar de emoción. “Liberté, egalité, fraternité”. Los valores de la democracia no tienen cabida en lo que “ellos” entienden por justicia. Justicia para “ellos” es matar a “todos los descreídos occidentales” como dijo hace ya más de un año su portavoz, Abu Mohamed al Adnani. Para ello necesitan el mayor número posible de adeptos, pero adeptos en cuyo pasaporte no aparezcan las palabras Siria o Iraq. Adeptos cuya nacionalidad de origen no haga saltar las alarmas. ¿Cómo pretenden conseguirlo? Infundiendo odio.

Infundiendo odio en una sociedad asustada. Demasiado fácil. “Ellos” buscan que se condene a toda la población musulmana de Francia, principalmente, y de Europa por consiguiente. Pretenden que el resto de la población se crea que los musulmanes, seguidores de un Dios que jamás perdonaría estos asesinatos, son los culpables de este mal. Pretenden infundir odio y que ese odio se refleje en los musulmanes que, contrariados por los ataques a mezquitas o las agresiones a mujeres con velo, se sientan apartados, amenazados y excluidos… lo que podría provocar en algún caso el fin último: la radicalización. Su conversión de una religión hermana del cristianismo como es el islam, a otra completamente distinta y extremista como es la yihad. Con esto conseguirían el aumento del número de adeptos dentro del mismo país, los más peligrosos y codiciados por “ellos”.

No consintamos esto. No dejemos que se salgan con la suya. No les demos el gusto.

No les demos el gusto de que les salga bien el plan, de ser su mejor propaganda de alistamiento para aquellos que se terminan asustando y creyendo que les espera algo mejor.

No les demos el gusto de mirar con odio a un musulmán, que no tiene la culpa de que nadie mate en nombre de su Dios, que es el mismo que el tuyo.

No les demos el gusto de confundir nuestro enemigo. Cristianismo e islam deben estar unidos para acabar con la yihad.

No les demos el gusto de despreciar a un aliado, un amigo que vive igual de expuesto que tú a la locura de “aquellos” que, lejos de ser seguidores de Alá, son fetichistas del miedo y seguidores de la muerte.

Por último, no olvidemos que lo ocurrido en París es sólo una réplica de lo que ocurre cada día, prácticamente cada hora en países como Siria, Líbano o Iraq, donde mueren miles de musulmanes, esos que crees cómplices del miedo y la muerte.

Carlos Aurelio Palancar

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