Cartas al Director

Nos movemos en un mundo de palabras que son además la única herramienta que tenemos –muy imperfecta muchas veces– para comunicarnos y tratar de definir los objetos, los pensamientos, las emociones. Por otra parte, en este mundo construido en torno a las palabras, nos hemos acostumbrado también a definir –sumariamente a menudo– a las personas. Las famosas etiquetas que tanto nos desagradan a todos.

La realidad humana es esquiva a este intento inconsciente del hombre y escapa y se rebela a ser etiquetado –cuestión que realizamos a veces con malicia–, pues este intento nos encasilla y nos limita y es contrario a nuestra realidad humana, que es compleja y multidimensional.

No estaría mal, más en este vertiginoso mundo en el que vivimos, que, en vez de hablar tanto de fulano o de mengano, y tratar de etiquetarlo en tal o cual perfil, en tal o cual escuela de pensamiento, o simplemente definirlo en una forma de ser o de actuar, nos escucháramos más unos a otros e intentáramos «saber».

Si os fijáis, cada vez pasamos más tiempo viendo la televisión, siguiendo los «deportes» o armando bullicio unos con otros (lo que ahora llamamos relacción, no nos engañemos) y, por contra, pasamos menos tiempo escuchándonos e intentando aprender unos de otros.

Estamos necesitados como nunca de albergar sitios de encuentro y, para ello, nos debemos preparar mentalmente cada uno para renunciar a las famosas etiquetas, que lejos de definirnos nos limitan, cuando no son un intento de someternos unos a otros sin piedad desde nuestros egos manipuladores, que creen defender su parcela, su territorio en una realidad cada vez más de seres divididos y fáciles de controlar, lo que algunos han dado en llamar hombres/mujeres nada.