Cartas al Director

En España están sucediendo cosas muy, muy graves. Pero lo peor, por grave que esto sea, no es ni la corrupción, ni la codicia, ni la usura, ni la ruptura de valores inalienables, ni el mal ejemplo, ni los corazones vacíos, ni lo descabellado del poder de los sinvergüenzas, ni el ambiente de pobreza que origina.

Lo peor es el hundimiento de gran parte del espíritu de la democracia, del espíritu de la libertad, del espíritu de la paz. Lo peor es la tristeza democrática que anida en nuestros corazones, el desaliento democrático que recorre nuestra alma, el desasosiego democrático que nos intranquiliza y nos derrumba. Lo peor es que estamos destruyendo pilares básicos, raíces profundas. Lo peor es que estamos transformando los pozos de aguas puras en lodazales, los manantiales en cloacas, la tierra fértil de la Constitución y de los demás símbolos en tierra baldía.

Lo peor es que han convertido el Parlamento: en una asociación de aforados; en un casino de privilegiados; en un paraíso fiscal de primera magnitud y lo han convertido para muchos en un lugar de contrabando enmascarado; en un paraje para mercadear, dando poco y obteniendo mucho.

Lo han convertido en un circo de: Payasos, leones y fieras salvajes; en un lugar turbio en donde se juega: con la verdad, con la sencillez, con la honestidad; en un lugar oscuro y turbulento donde se busca la trampa y el ingenio de los hábiles tramposos.

El Parlamento es un lugar donde la falta al escaño siempre está justificado, donde las dietas y el sueldo están asegurados y donde además se puede disfrutar del placer de la comodidad con: asientos anatómicos, internet, prensa, escritorio, móvil, temperatura climatizada, conserje; y lo mejor todo por nada y para nada, sólo para conseguir objetivos personales y manipular descaradamente en muchos casos los bienes y los derechos ajenos.

El Parlamento una ganga, si consigues una plaza no la dejes, allí te dan todo por nada.