La soberbia de usar a Dios.
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
La Parábola del fariseo y del publicano, es una muy edificante parábola de Jesús sobre la verdadera oración, sobre la actitud farisaica y la verdadera humildad.
Dice asi: «Dijo también esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos teniéndose por justos y despreciaban a los demás: Dos hombres subieron al Templo para orar: uno era fariseo, y el otro publicano.
El fariseo, quedándose de pie, oraba para sus adentros: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana, pago el diezmo de todo lo que poseo.
Pero el publicano, quedándose lejos, ni siquiera se atrevía a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios ten compasión de mí que soy un pecador.
Os digo que éste bajó justificado a su casa, y aquél no. Porque todo el que se ensalza será humillado, y todo el que se humilla será ensalzado.»
Evangelio de San Lucas.
La oración, “la muy dudosa oración del fariseo” es rechazada por Dios porque sus pensamientos, sus reflexiones son fruto de la soberbia y del orgullo espiritual. El fariseo hace cosas buenas y difíciles, pero con mala intención; su comportamiento: da un poco de pena y un poso de asco; él se enorgullece de sus limosnas, de sus ayunos y se compara con el publicano al que juzga, desprecia y considera inferior.
Busca su orgullo, su perfección egoísta y egocéntrica. Todo lamentable. No le mueve ni el amor a los demas ni el amor a Dios; y por supuesto no es consciente de que, sin la ayuda del Señor, no puede nada. Bajo una apariencia espiritual se esconde un grave pecado de soberbia muy difícil de curar, porque está llena de buenas obras pero no para los demas, ni para la gloria de Dios.
El publicano, en cambio, dice la verdad de su propia indignidad y por eso pide perdón; él no se compara con nadie, solo se humilla y se sitúa en su sitio, y por ello Dios le mira con compasión y con cariño: le admira y le justifica.
La suya es una oración llena de amor, sencilla, humilde y por eso es escuchada y arranca: el elogio, la admiración y las bendiciones de Dios.