Cartas al Director

Tengo que decir que mi abuelo no era de izquierdas, ni de derechas, ni de centro, que no existía, ni del movimiento, ni de falange… era cargado de espaldas, con manos rugosas, mirada fija, limpia y firme, aspecto duro, en apariencia porque frecuentemente pequeñas lágrimas limpiaban sus mejillas.

Mi abuelo era un poco “pícaro” por eso le decían “viejo”; si hubiera sido más joven le habrían llamado “avispado”, “aprovechado” porque era “listillo”, podría haber desentrañado la situación política catalana o valenciana y descifrar aquello de “que si se juntan ‘Sis es pot’ con ‘jus for sil’ y se abstiene la ‘cap’ pueden empatar a votos con ‘tot es pot’ y ‘just for men’”

En política, en España, hoy, ahora, a los barones jubilados les llaman “viejas glorias”; mañana, en las lápidas de muchos jóvenes, que se dicen políticos, sólo pondrá “aquí yace un político pasado y caducado”.

Mi abuelo soñó con dedicarse a la política. Alrededor de su mesa imaginaria siempre colocaba dos copas, una botella de tinto bodeguero y, a su lado, cerca de él, un lomo ibérico de bellota.

Bajaba la cabeza y con voz cavernosa realista susurraba: “¡Bebed… bebed…! ya os diré yo cómo sabe el lomo”.

El último consejo de mi abuelo fue muy propio de su idiosincrasia: “Si queréis que os recuerden sentaros rodeados de personas que ya estén “hartas”… Si, al contrario, queréis que os olviden, guardad el jabugo a buen recaudo… los demás, ¡qué beban!… ¡qué beban!… para después llorar y olvidar”

¿Verdad que mi abuelo era listo?