La firmeza inquebrantable de los tres últimos papas.
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
En facebook he descubierto esta foto y me ha llevado a una profunda reflexión: sobre la grandeza de nuestras creencias, sobre la trascendencia de nuestra fe y sobre la maldad e ingenua ignorancia de nuestros corazones que no queremos acabar de enterarnos de que la infinitud de la dicha nos viene de Jesucristo, y que el caudal inmenso de gracia nos viene a través de la Iglesia y que sólo Ella encausa nuestra vida hacia el bien.
En esta foto he podido descubrir la estable coherencia de unas creencias que resisten el impetuoso embiste de los poderes mundanos.
Que ejemplo tan extraordinario el de estos tres últimos papas; y como han sabido entre los tres hacer un diseño de lo que es prioritario en el magisterio de la Iglesia Católica.
Con maestría en la foto a cada papa se le ha relacionado directamente con una virtud teologal.
A Juan Pablo II se le ha relacionado muy acertadamente con la esperanza, yo he leído varias veces un libro de él denominado: “Cruzando el umbral de la esperanza” y siempre que lo he leído he visto la grandiosa magnitud de un hombre que abrió sus puertas y sus ventanas, de par en par, para que entraba el aire puro de una esperanza cimentada en la infalible realidad de Jesucristo.
Y ese hombre de esperanza tuvo la osadía de cambiar el mundo, y lo hizo con su profundo conocimiento de la realidad de ese mundo de entonces, y lo hizo además con la fuerza implacable de su vida interior y de su fe en Jesucristo.
Dios quiso que el siguiente papa también tuviera sus raíces inmersas en tres realidades que conformaron el siglo XX: la II Guerra Mundial, el nazismo, y el comunismo con su carga marxista leninista.
Juan Pablo II y Benedicto XVI, fueron dos eslabones fundamentales, dos colosos excepcionales para la configuración del catolicismo del siglo XXI. Benedicto XVI quiso proclamar el año de la fe; él, el querido Papa Benedicto ha tenido una fe inquebrantable y esa fe ha dado firmeza a nuestras creencias, y todos hemos descubierto en él la profundidad de su mensaje y el atractivo de una vida, cuando ella se recorre caminando por los caminos de la verdad y del bien. Es un auténtico hombre de Dios.
El cese del papado de Benedicto, en principio causo un impacto, pues habían pasado más de 500 años cuando esto se produjo la última vez; sin embargo la sencillez del papa Benedicto, sus explicaciones de por qué dejaba la cátedra de San Pedro, nos convencieron a todos, de nuevo en esta difícil y arriesgada decisión aparecían la firmeza de su fe y la contundencia de sus decisiones.
Después Dios quiso que apareciera en la Iglesia como sucesor de San Pedro un “personaje” cargado de bondad, un hombre campechano y humilde, una persona cercana al ser humano; cercana al necesitado y cercana fundamentalmente a todo aquel que necesitará de él.
Francisco ha producido un cataclismo inexplicable; ha arrasado: por su cercanía, por su despreocupación palpable de todo lo que supone materialidad y por su ocupación de todo lo divino y de todas las necesidades prioritarias del ser humano; empezando: por la alimentación, por la defensa de la vida, por la salud, por la cultura, por la solidaridad, por la amabilidad, por la sonrisa, por la preocupación constante por el que está cerca y por saber y entender el mundo de hoy.
Las personas necesitan muchas cosas y todas son importantes y él es consciente de que el ser humano necesita sobre todo a Dios, pero además muchas otras cosas; y que se le puede dar a ese ser humano de hoy la doctrina clara y trascendente del evangelio, y además: el pan, la vivienda, la cultura, y un sinfín de cosas que todo ser humano necesita. Si vivimos lejos de los demás el evangelio no les llega. El evangelio: les llega a los que convivimos con ellos, les llega a los que son una piña con nosotros, a nuestros colegas, a nuestros amigos.
Los cristianos debemos de vivir el proselitismo de conseguir hacer del evangelio una vivencia atractiva, amena; por supuesto sin rebajar sus niveles de exigencia y sin convertir el cristianismo en una doctrina dulzona y facilona.
Unámonos a la vida y al mensaje de estos tres últimos papas, han sido y son pilares robustos en los que le iglesia se ha apoyado con firmeza; y aquí estamos en este tiempo luchando contra la adversidad sabiendo que aunque hay muchos que quieren manchar el bello rostro de la Iglesia de Cristo hay muchos más que queremos defenderla aun con nuestra propia sangre.
La Iglesia no se rinde, la Iglesia, siglo tras siglo, seguirá y seguirá por la robusta firmeza de su cabeza: Jesucristo.
Gracias: Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco, vosotros sois el sólido soporte de nuestra: fe, esperanza y caridad.