Grecia y la inquina de Rajoy
Publicado por galdo-fonte, Posteado enOpinión
Quien como el PP, tiene en su haber la deslealtad de ser parte implícita de la reforma exprés del artículo 135 de la Constitución española, nula potestad puede ostentar para poner en tela de juicio la celebración del referéndum griego
Lo que ocurra en Grecia es algo que no nos debe preocupar lo mas mínimo, eso al menos es el parecer que se deduce si hacemos caso de las declaraciones del presidente Rajoy, quien refiriéndose a la crisis griega, no dudó en sentenciar que las políticas aplicadas por su gobierno durante la actual legislatura, impiden que en España pueda pasar lo que está ocurriendo en el país heleno, y todo, porque a entender de su petulancia, con diferencia, el nuestro es un país serio que tiene un Gobierno serio; toda una fatídica afirmación que además de ser incierta, por aleatoria, equivale a insinuar que el Ejecutivo de Tsipras, a su entender dista mucho de alcanzar la seriedad debida,
Desafortunada actitud la de nuestro máximo mandatario, que además de poner en tela de juicio la legitimidad y la soberanía que le asiste al gobierno de SYRIZA para convocar el referéndum, con su intromisión y tendenciosas opiniones viene a contravenir la neutralidad que la situación requiere, y con ello pervertir la naturaleza del proceso, cuya verdadera finalidad, no es otra que darle la palabra al pueblo griego para que sea este quien decida a través de las urnas sobre el litigio entablado a tenor de las exigencias leoninas de las tecnocráticas instituciones europeas y el FMI, es decir de la Troika, cuyo alcance al colisionar con su propio programa electoral, exige en consecuencia, que el ejecutivo heleno por resultarle inasumible su cumplimiento opte por el refrendo popular, y esa determinación aunque a Rajoy y a todo el séquito neoliberal les aborte su embarazo austericida, democráticamente tal actitud es un referente de transparencia y en si mismo un exponente de rigor y seriedad.
Ese empeño de Rajoy en reivindicar la seriedad del PP, la de su gobierno y la suya propia, tratando a los demás de ‘zascandiles y amateurs’, no resulta ninguna novedad por ser práctica recurrente de su hacer político, una actitud que se acentúa en intensidad en vísperas electorales o cuando ve en peligro la prórroga de su continuidad, y sirva como validación de lo dicho la crono historia, trayendo a colación actuaciones de su carrera política, como la sobrevenida cuando el petrolero Prestige había empezado a partirse en alta mar, y nuestro protagonista en un intento de minimizar el desastre se inclinó por corromper la realidad, y actuando en papel de portavoz del Ejecutivo, decidió como autor intelectual, elevar a celebridad el solemne disparate de los “hilitos de plastilina en estiramiento vertical”. Todo un bautizo de mitomanía y origen en cubierto de la singular percepción de su tan postulado síndrome de seriedad.
Desde aquel entonces ha utilizado la mentira recubierta de aparente seriedad, una dualidad antagónica que convertida en practica usual utilizó ya fuese en funciones de gobierno o como oposición, y que no reparó lo mas mínimo en emplear en su asalto al poder cuando durante la campaña del 2011, como jefe de la oposición, ocultando sus verdaderas intenciones prometió al electorado lo que sabía de antemano que no iba a cumplir, para una vez alcanzado su objetivo y después de asegurar en investidura que en la política no existía herencia a beneficio de inventario, dejar sin efecto tal afirmación para seguir repitiendo en cada debate la retahíla de la herencia recibida desde su llegada a la Moncloa, y todo para tapar su incapacidad como Presidente, y esconder de ese modo su nulidad en el planteamiento alternativas distintas a las políticas de recortes y austeridad.
En este caso, lo incoherente por parte del presidente Rajoy es su carencia de uniformidad cuando Grecia pasa a ser el referente de debate, pues si el Ejecutivo del PP en la recta final de su legislatura sigue escudándose en la transmisión heredada de sus predecesores en evasión de responsabilidades, resulta cuando menos inaudito que quien utiliza en beneficio propio la repercusión de sucesiones políticas, arremeta contra un recién llegado Tsipras evitando reconocer en este caso la “herencia recibida” por el nuevo ejecutivo heleno, cuya responsabilidad recae paradójicamente en su colega Samaráns, líder de Nueva Democracia, que a la sazón resulta ser homónimo del PP en aquel país, y que para mayor complejidad, era la organización política que gobernaba en los años en que Grecia engañó a Bruselas escondiendo sus cifras reales de déficit público.
El referéndum griego al que el ex primer ministro del país calificó como «un golpe de estado», lejos de tan desequilibrada apreciación, ha de ser interpretado en sus justos términos, que no son otros que los correspondientes a una contienda entre los intereses contrapuestos de la democracia y el neoliberalismo, y cuya oposición, internamente lo conforma el bloque de las fuerzas conservadoras del país, que además de estar absolutamente corrompidas y asociadas al capital financiero, ejercen como defensoras de las políticas de austeridad. Siendo los detractores externos las fuerzas afines del resto del marco europeo que como el PP en España, son la representación de la corriente asociada a la tesis neoliberal y en consecuencia posicionadas radicalmente a favor de mantener en sus términos la continuidad del actual modelo económico.