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octubre 2014

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España huele que apesta

Publicado por , Posteado enOpinión

De no erradicar al bipartidismo en los próximos comicios, la continuidad de la incompetente y corrupta casta política, acabará por arruinar a ESPAÑA para varias generaciones.

En términos generales la  corrupción política es la peor  manera  de utilizar  el poder público   de forma clandestina,   con la  finalidad puesta en la consecución a todo precio de ventajas espurias; es decir, la corrupción  es un fenómeno  de relajamiento moral  que por provecho exclusivo de unos depravados  personajes, está causando graves perjuicios no tan solo  a quien directamente padecen sus efectos, sino también, al ambiente social en la que  se desenvuelve; coincidiendo el mayor apogeo de esta lacra con el debilitamiento creciente de las instituciones políticas.

Pues de hecho,   la corrupción no es ni mas ni menos que el producto final  de una situación degradada políticamente,  cuyo  decaimiento  refleja  la actual situación de una  escarnecida España, que  más  que admitir remodelaciones imposibles o patéticas peticiones de perdón,   por su gravedad, exige pasar de inmediato al mas allá de una  acción directa,   donde la desinfección e higienización del sistema  sean el objetivo perentorio de expurga, que   ponga punto final  al actual estado  de degradación, y con ello, se dé acceso a una nueva generación de políticos que forjando ilusión y expectativas  sean  capaces de  satisfacer las inquietudes de la sociedad,  para así convertir el actual estado de indignación en  el cambio  positivo que el país a todas luces necesita.

Exigencia obligada por la corrupción  generalizada de los partidos políticos como el PP y el PSOE, que nacidos en la probeta de la  transición, en la actualidad,  por su notoria vinculación con esta perversión,   es imposible recobrar  como opción política  viable dada su insolvencia para desempeñar   democráticamente  el  poder público, y por ello, justificación sobrada para situarlos electoralmente al margen  de los ámbitos de representación.

Circunstancia que en vía  de reconducción, facilite alternativamente la entrada en escena  a  nuevas formaciones políticas que a diferencia  de las ya referidas, libres de todo lastre y turbias dependencias,  traigan consigo    nuevos proyectos  de futuro capaces de afrontar y resolver los graves problemas de nuestra sociedad, cumplimentando con su función innovadora  las necesidades básicas que demandan asiduamente la gran mayoría de los gobernados.

Cada vez es mas perceptible que los partidos políticos “tradicionales” se han convertido en organizaciones proclives a la práctica del delito

Pero si percibimos  el alcance de la corrupción en su verdadera  magnitud, como un conjunto de formas delictivas utilizadas por  unos delincuentes  políticos para apoderarse  indebidamente de lo ajeno mediante la violación de la ley y  el menoscabo de los  derechos colectivos,  y si a ello añadimos como factor  de contraste, las declaraciones del  presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial,  Carlos Lesmes, advirtiendo que España no está preparada para luchar contra esta   corrupción que nos asedia,  señalando a renglón seguido, que el propio marco legal de aplicación, no da respuesta a las nuevas formas de criminalidad, al no ser para nada el adecuado    para  combatir a los grandes defraudadores por  estar  pensado para delitos menores, propios de «robagallinas».

Ante tal  disyuntiva  se antoja inverosímil poder erradicar la corrupción  desde  la formalidad  jurídica  del propio sistema, por cuanto, solo se  podría acabar con ella si el castigo tuviese fuerza disuasoria  para evitar su práctica;   pero en nuestra realidad  sociológica todo apunta a deducir  que la corrupción está por encima  de la ley  y no por lo defectuoso del sistema legal  como resulta ser  el caso, sino también,   porque la norma general es que  la mayoría de las leyes se hacen para beneficio de los poderosos que ante la ley  tienen un plus de inocencia, que al mismo tiempo  viene  a confirmar   que en modo alguno   la justicia sea igual para todos.

Cada vez es mas perceptible  que los  partidos políticos  “tradicionales”  se han convertido en organizaciones proclives a  la práctica del delito, que utilizando su ubicación en el ‘poder, influyen para extender  la  corrupción a todos los ámbitos de la administración, con el agravante de su incorporación al circuito  de   la delincuencia organizada, sin que a pesar  de los testimonios  sobre sus lesivas prácticas, los  medios de lucha al alcance hayan afrontado todavía este fenómeno con la contundencia que requiere la gravedad de sus actos.

De ahí que ahora,  lejos de toda duda,   las organizaciones políticas PP y PSOE,   artífices de convertir al  país  en la actual  ruina,  no sean para nada los indicados   para dar el cambio de rumbo necesario,  pues resulta mas que  evidente que el bipartidismo existente,   además de máximo responsable  del actual estado de  degradación, son la relación conexa del distanciamiento existente  entre representantes y representados, al margen  que su carácter de duopolio en el poder, delata  la relación entre la corrupción política, la desestabilización económica y la total carencia de soluciones a la problemática.

Una complejidad cuya única resolución pasa irremediablemente  por  hacer hablar a las urnas


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