España huele que apesta
Publicado por galdo-fonte, Posteado enOpinión
De no erradicar al bipartidismo en los próximos comicios, la continuidad de la incompetente y corrupta casta política, acabará por arruinar a ESPAÑA para varias generaciones.
En términos generales la corrupción política es la peor manera de utilizar el poder público de forma clandestina, con la finalidad puesta en la consecución a todo precio de ventajas espurias; es decir, la corrupción es un fenómeno de relajamiento moral que por provecho exclusivo de unos depravados personajes, está causando graves perjuicios no tan solo a quien directamente padecen sus efectos, sino también, al ambiente social en la que se desenvuelve; coincidiendo el mayor apogeo de esta lacra con el debilitamiento creciente de las instituciones políticas.
Pues de hecho, la corrupción no es ni mas ni menos que el producto final de una situación degradada políticamente, cuyo decaimiento refleja la actual situación de una escarnecida España, que más que admitir remodelaciones imposibles o patéticas peticiones de perdón, por su gravedad, exige pasar de inmediato al mas allá de una acción directa, donde la desinfección e higienización del sistema sean el objetivo perentorio de expurga, que ponga punto final al actual estado de degradación, y con ello, se dé acceso a una nueva generación de políticos que forjando ilusión y expectativas sean capaces de satisfacer las inquietudes de la sociedad, para así convertir el actual estado de indignación en el cambio positivo que el país a todas luces necesita.
Exigencia obligada por la corrupción generalizada de los partidos políticos como el PP y el PSOE, que nacidos en la probeta de la transición, en la actualidad, por su notoria vinculación con esta perversión, es imposible recobrar como opción política viable dada su insolvencia para desempeñar democráticamente el poder público, y por ello, justificación sobrada para situarlos electoralmente al margen de los ámbitos de representación.
Circunstancia que en vía de reconducción, facilite alternativamente la entrada en escena a nuevas formaciones políticas que a diferencia de las ya referidas, libres de todo lastre y turbias dependencias, traigan consigo nuevos proyectos de futuro capaces de afrontar y resolver los graves problemas de nuestra sociedad, cumplimentando con su función innovadora las necesidades básicas que demandan asiduamente la gran mayoría de los gobernados.
Cada vez es mas perceptible que los partidos políticos “tradicionales” se han convertido en organizaciones proclives a la práctica del delito
Pero si percibimos el alcance de la corrupción en su verdadera magnitud, como un conjunto de formas delictivas utilizadas por unos delincuentes políticos para apoderarse indebidamente de lo ajeno mediante la violación de la ley y el menoscabo de los derechos colectivos, y si a ello añadimos como factor de contraste, las declaraciones del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, advirtiendo que España no está preparada para luchar contra esta corrupción que nos asedia, señalando a renglón seguido, que el propio marco legal de aplicación, no da respuesta a las nuevas formas de criminalidad, al no ser para nada el adecuado para combatir a los grandes defraudadores por estar pensado para delitos menores, propios de «robagallinas».
Ante tal disyuntiva se antoja inverosímil poder erradicar la corrupción desde la formalidad jurídica del propio sistema, por cuanto, solo se podría acabar con ella si el castigo tuviese fuerza disuasoria para evitar su práctica; pero en nuestra realidad sociológica todo apunta a deducir que la corrupción está por encima de la ley y no por lo defectuoso del sistema legal como resulta ser el caso, sino también, porque la norma general es que la mayoría de las leyes se hacen para beneficio de los poderosos que ante la ley tienen un plus de inocencia, que al mismo tiempo viene a confirmar que en modo alguno la justicia sea igual para todos.
Cada vez es mas perceptible que los partidos políticos “tradicionales” se han convertido en organizaciones proclives a la práctica del delito, que utilizando su ubicación en el ‘poder, influyen para extender la corrupción a todos los ámbitos de la administración, con el agravante de su incorporación al circuito de la delincuencia organizada, sin que a pesar de los testimonios sobre sus lesivas prácticas, los medios de lucha al alcance hayan afrontado todavía este fenómeno con la contundencia que requiere la gravedad de sus actos.
De ahí que ahora, lejos de toda duda, las organizaciones políticas PP y PSOE, artífices de convertir al país en la actual ruina, no sean para nada los indicados para dar el cambio de rumbo necesario, pues resulta mas que evidente que el bipartidismo existente, además de máximo responsable del actual estado de degradación, son la relación conexa del distanciamiento existente entre representantes y representados, al margen que su carácter de duopolio en el poder, delata la relación entre la corrupción política, la desestabilización económica y la total carencia de soluciones a la problemática.
Una complejidad cuya única resolución pasa irremediablemente por hacer hablar a las urnas
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