Escuchar a la Naturaleza… para salir del atolladero.
Publicado por Gerardo Hdez Zorroza, Posteado enOpinión
Nos hemos complicado la vida en este planeta, y realmente debemos reconocer que no sabemos cómo salir.
La Naturaleza avisa, a quién está receptivo, que la forma de vivir que llevamos los humanos es insostenible. Es más, las propuestas que se están haciendo para cambiar están basadas en la complejidad. Son pura derivada de nuestros “egos”, que proceden de nuestra superficie y confían en el control como método a seguir.
Hemos perdido, parece ser, la perspectiva del Centro, de nuestra esencia, que se mueve en sintonía con los ritmos de la Naturaleza y no con el vértigo proveniente del exterior.
Con cada nuevo fracaso, más confianza está perdiendo el hombre en su auténtico poder, que, como repito, no proviene de fuera –inferior que diríamos–, sino que emana de dentro, de lo superior, y se manifiesta, solo cuando nos ponemos en disposición de escuchar. Cuando hacemos que cese el barullo.
Y nos llega a través de la intuición, se manifiesta antes en lo psíquico, pero solo cuando estamos abiertos.
En esta sabiduría, intuitiva, haríamos bien en escuchar a esos pueblos que, en pleno siglo XXI, aún siguen viviendo arraigados a la Tierra, que la sienten y escuchan, que saben que hay un ritmo natural de las cosas que deberemos respetar si queremos sobrevivir en ella. Que la avaricia nos condena, sin remedio, y nos está alienando de nosotros mismos.
Acoplarlos a esos ritmos de la Madre Naturaleza, simplificar nuestras vidas y tomar contacto con lo más valioso que tenemos, que no está fuera, como muchos han llegado a creer, sino en nuestro “interior”, y que es la falta de perspectiva, la ceguera interna que se ha instaurado en la sociedad, acostumbrada demasiado a mirar hacia fuera, la que no nos permite aprender la lección.
Se ha creado mucha confusión, ha habido mucho engaño, y lo que son medios (el dinero, por ejemplo), han pasado a ser, se han convertido por obra de esta hipnosis colectiva, en un fin en sí mismo, que está secando las fuentes de lo auténtico (el objetivo de nuestro crecimiento personal), eso que llamamos el “corazón”, donde brotan la alegría, la confianza y el amor auténticos. Aquello que nos debe recolocar en este panorama, pues es lo que nos hace auténticamente humanos.