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noviembre 2014

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Éramos pocos y llegó el TTIP

Publicado por , Posteado enOpinión

Intentar instaurar el TTIP, siguiendo la dirección opuesta a todo aquello por lo que generaciones enteras han luchado durante décadas, es pretender que el sistema económico pase a funcionar definitivamente al margen de todo control democrático

Por si acaso no fuera suficiente  con las armas utilizadas por  el neoliberalismo desregulador en su ánimo  de controlar la economía, las grandes multinacionales  refuerzan ahora su arsenal de combate   instaurando al efecto un nuevo    Tratado Europa – EE.UU. de Libre Comercio, (Transatlantic Trade and Investment Partnership- TTIP), que revestido de total opacidad, mas allá que funcionar como una norma de relación comercial a la vieja  usanza, hace que esta nueva figura lejos  de una regla de conducta  de comercio sea un instrumento demoledor, una señal bien visible de la capitulación del poder político, que de forma inédita, ejerce el papel   de contrapoder, marcando así  por todo objetivo, garantizar las excedidas ambiciones de los inversores  sobre los derechos esenciales de la ciudadanía.

Por eso, a pesar  del mutismo y la confidencialidad  que rodea las negociaciones a puerta cerrada entre Washington y Bruselas, su celebración en el hermetismo, es expresión suficiente  para tomar razón del alto riesgo que representa  un  tratado de estas características y la lesiva repercusión de sus efectos  para la población, el medioambiente y la economía; apuntando los hechos a  deducir  que las voluntades políticas  parezcan estar compradas de antemano, y ello,  a juzgar por la  ausencia de todo espíritu critico  y la manifiesta permisividad  en depositar mayor concentración de poder en manos de las élites financieras  de ambos lados del Atlántico,  aún cuando,   tal otorgamiento  arrastre consigo la complejidad  de dejar el futuro  de los países afectados y el porvenir de  sus gentes a  expensas  de la  parcial decisión de las grandes empresas transnacionales.

Toda una amalgama de cuestiones críticas, cuyos prejuicios agravarán   en mayor medida sus efectos en los países  que como el nuestro están expuestos a mas alto riesgo,   en razón  a la debilidad  intrínseca que induce su   propia adscripción periférica  en el contexto del actual marco de la Unión.

Circunstancia que pone de manifiesto la falacia que acompaña las supuestas virtudes  que reporta el TTIP, cuando interesadamente es vendido a la ciudadanía  como receta infalible para mejora del crecimiento económico  y  la creación de empleo, aún a sabiendas que  lo que verdaderamente  esconde  la filosofía de este acuerdo comercial son simples promesas infundadas,   que en modo alguno, atienden a  satisfacer expectativas distintas de las puramente restrictivas, que además de garantizar a las corporaciones promotoras  más derechos que a las personas, favorezcan igualmente reformar el mercado laboral y la políticas social a favor  de los intereses  de estas firmas transnacionales, aunque ello represente una seria amenaza  para la salud  de  la democracia y del propio Estado de Derecho.

En España los perjuicios económicos y sociales inducidos causarían un impacto, superior con creces al resto de sus homólogos de la Unión

Por tanto, se ha de afirmar en consecuencia  que  lo único cierto en esta odisea, es, que los verdaderos efectos de la aplicación del TTIP, vendrán a dañar severamente la capacidad  de los países  afectados en su lucha contra la crisis financiera   y económica, extremo que pone de manifiesto que su implícito para nada resulta ser  la solución a nuestros problemas, pero  si el marco de oportunidad  que se le brinda gratuitamente a las grandes multinacionales en su tendencia a exterminar a las empresas locales competidoras gracias a la ventaja  añadida que les reporta la excepcionalidad de una situación preferente en el contexto de  la economía de  escala.

Pero a pesar de lo involutivo de una situación en la  que el  poder legislativo y judicial  pasa al control de los promotores de este tratado de conveniencia, al tiempo que   el Estado  se convierte definitivamente en el títere al que mueven los hilos las mismas multinacionales  y los especuladores financieros; cuando  la reacción política a semejante afrenta  no se debiera hacer esperar, sorpresivamente, una gran parte  de los hipotéticos  representantes de la ciudadanía pertenecientes a las formaciones PP, PSOE, UPyD y CIU, olvidando  que la soberanía reside en la ciudadanía, se posicionan al unísono  a favor tan deslavazado concierto al tiempo de dedicarse  a ocultar de manera deliberada  toda información sobre el particular  en un claro intento de negar la existencia del problema  y hurtarle con ello  a los ciudadanos el derecho a decidir sobre el mismo.

Es por ello que  la situación específica de España caso de llegar a aprobarse el Tratado en los términos previstos, considerando entre otras causas, la escasez de su estructura productiva y la limitación de su grado de desarrollo,  contra toda hipótesis positiva, los perjuicios económicos y sociales inducidos a su ciudadanía causarían un notable impacto negativo, superior con creces al repercutido en su caso  a la gran mayoría  de  sus homólogos en la Unión.

Por eso hay que erradicar  la actual tendencia  a la confusión, ese empeño en seguir viendo  beneficios  donde no los hay   mientras  se ignoran los riesgos efectivos, pasando alternativamente a  informar a la población para una vez tomado conocimiento, democráticamente,  sean ellos quien decidan.



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