Entre las garras de la apatía
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
Me siento ciertamente responsable y atribulado por no dar, en muchas ocasiones, la debida respuesta a los dones y talentos que Dios me ha concedido: <<Unos padres ejemplares; una buena formación cristiana en mi infancia y juventud que propició en el futuro mi vocación al apostolado y una cercanía amable con el que sufre y con el desfavorecido; una formación constante a lo largo de más de 40 años a cargo de la prelatura del Opus Dei; una profesión de profesor de matemáticas en secundaria que ha propiciado el trato inestimable y enriquecedor durante 37 o 38 años con los jóvenes; mi familia: mis hermanos, mi mujer y mis hijos que me han ayudado a unirme y a superar, cuando era necesario, el encuentro de todo ser humano con la Cruz de Cristo y a encontrarme, un día y otro, con la alianza de la futura y prometida Resurrección; y para finalizar mi labor literaria, mi labor periodística amateur, mi labor de enfrentarme cada día con el acontecer diario y expresarlo con palabras. Palabras: unas veces vivas y apasionadas y otras veces tristes y anodinas dada la situación de penuria en que vivimos >>.
Seguro que Dios ve en mi: más talentos recibidos; pero yo hoy y ahora, torpemente, no descubro más. Lo que si descubro es las veces que me he negado a lo que Dios o las necesidades de los demás me pedían; lo que sí descubro es las veces que me he dormido en la comodidad, o las veces que he quedado atrapado por la tristeza o por una apatía incierta pero siempre ineficaz.
Y para todo esto me viene a la cabeza en este día de San Ignacio de Loyola, este punto nº 11 de Camino:
«Voluntad. Energía. Ejemplo. Lo que hay que hacer se hace… Sin vacilar… Sin miramientos. Sin esto, ni Cisneros hubiera sido Cisneros; ni Teresa de Ahumada, Santa Teresa…; ni Íñigo de Loyola, San Ignacio… ¡Dios y audacia! Regnare Christum volumus ».
Y para terminar estas consoladoras palabras del Padre Pío, que me han servido de bálsamo en un día, en el que sin motivo, he quedado atrapado entre las garras de un desaliento placentero o un placer desalentador, pero en uno u otro caso siempre innecesario e infecundo.
<<El corazón de nuestro divino Maestro no conoce más que la ley del amor, la dulzura y la humildad. Poned vuestra confianza en la divina bondad de Dios, y estad seguros de que la tierra y el cielo fallaran antes que la protección de vuestro Salvador. Caminad sencillamente por la senda del Señor, no os torturéis el espíritu. Debéis detestar vuestros pecados, pero con una serena seguridad, no con una punzante inquietud >>.
Las palabras de San Josemaría: “Fuertes”, las del Santo Padre Pío: “Misericordiosas”. En unas y en otras está Dios: “Haz Señor que, hoy y ahora, encuentre en ellas: el remedio, la medicina saludable, el bálsamo, la ternura…”