El urbanismo en ‘stand-by’
Publicado por galdo-fonte, Posteado enOpinión
El mayor obstáculo para evolución municipal radica en la continuidad de un obsolescente modelo urbanístico, que solo tendrá solución, desde la acción combinada de medidas de desarrollo económico y social con políticas de cohesión territorial.
A la hora de establecer los recién conformados «ayuntamientos de progreso», aún y cuando entre sus integrantes a efectos programáticos fusionaron sensibilidades políticas de afinidad, durante el proceso constitutivo, el gran ausente fue sin duda el urbanismo, y eso, a pesar que desde el estallido de la crisis en el 2007 la quiebra del modelo que nos condujo a ella se hizo mas patente como la disfunción territorial más evidente, y cuando en razón a ello, desde un análisis crítico de la situación los nuevos regidores municipales debieran tomar encuentro con la realidad adjudicando especial protagonismo al establecimiento de instrumentos y estilos alternativos de planificación urbanística, la realidad fue que contra todo pronóstico las cosas discurrieron por derroteros opuestos.
Pues en vez de proceder en consecuencia, prefirieron no hacer lectura de las causas que ocasionaron la actual «eutanasia urbanística», no entrando por tanto en el fondo de la cuestión, renunciando así a la necesaria catarsis que con carácter ineludible habría que afrontar políticamente para afianzar con solvencia un modelo urbanístico de futuro, planteado acorde a la realidad del momento, y por tanto, diametralmente divergente con el estereotipo del urbanismo mercantilista de épocas pretéritas, resultando tal actitud además de un error de estrategia, una sordidez política, pues difícilmente se puede hablar de cambios y progreso en la esfera municipal cuando institucionalmente se mantiene vigente el modelo urbanístico desencadenante del escenario de la crisis que estamos a padecer.
Por mas maximalismos que se esgriman, cumple afirmar que sin mediar como apremiante un cambio de perspectiva acerca de la innovación política en el territorio y el urbanismo, es impensable un cambio efectivo en el hacer municipal, pues para que tal objetivo pueda llevarse a término no basta con alardear de conciencia progresista al ser necesario previamente un ejercicio de correspondencia para lograr la traducción efectiva de planteamientos, a través de la puesta en práctica de políticas sobre ordenación del suelo que desde la transversalidad contengan ingredientes participativos que permitan aflorar nuevos modelos de gestión y una dialéctica urbanística renovada; pues sin darse esa premisa, huelga decir, que toda retórica sobre el cambio en la función política, mas que hacerse visible pasará a formar parte de la esterilidad.
Lo que quiero decir, es que para llevar a término el cambio político en la esfera municipal, no basta con proclamas de intenciones, pues la cosa ha de ir mas allá, toda vez que la agenda hacia la evolución demanda de forma seria tomar conocimiento preciso de la situación promoviendo al efecto las modificaciones y revisiones necesarias en evitación que la legislación de un urbanismo obsoleto interrumpa el proceso de renovación política. Riesgo evidente como pone de manifiesto la continuidad de la totalidad de las figuras del actual planeamiento genuino, que por su desfase con la realidad limitan toda iniciativa de renovación en el ámbito local, convirtiendo su contenido en meros inventarios catastrales con exclusiva finalidad recaudatoria, que en la mayoría de los casos se hace marcadamente ostensible cuando su inadecuación delata que los valores impositivos superan con creces a las propias tasaciones de mercado.
Para el cambio en la esfera local, es necesario afrontar las revisiones necesarias en evitación que la legislación de un urbanismo obsoleto interrumpa el proceso de renovación política
Es por eso que actualmente el urbanismo atraviesa sus horas más bajas desde la transición y no tan solo por la contracción impelida por la crisis en su actividad, sino especialmente, por el empeño de seguir manteniendo operativo en el tiempo el agotado modelo de un crecimiento desaforado, cuando la inexistente presión urbanística recomienda justo lo contrario, toda vez que el alcance de su contenido difiere en los sustancial de ser coherente con la reactivación económica como también con las necesidades de la ciudadanía. Siendo por eso que ahora, sin que quepa dilación, toque recuperar el tiempo perdido y corregir los errores llevados a cabo al amparo del urbanismo desarrollista de épocas pretéritas, afrontando al efecto, un cambio de patrón urbanístico y de intervención territorial que por su condición resolutiva permita el mayor aprovechamiento de los recursos de su ámbito y reduzca a la mínima expresión sus efectos negativos.
Queda visto que la actual crisis urbanística es sobre todo una crisis social y política, que como tal se ha de combatir y erradicar, por eso que en tiempos tan revueltos como los presentes, de grandes dudas y casi parálisis, la inacción participativa resulta ser el peor de los aliados, siendo necesario mas que nunca la puesta en marcha de un modelo urbanístico alternativo, la entrada en escena de una ética diferente en la planificación de soluciones y que la ciudadanía tenga garantizada participación en la construcción de su propio futuro.
De ahí la consecuencia de fusionar en los respectivos Programas de Actuación Urbanística del planeamiento resultante, cuantas iniciativas de índole municipal sean posible incorporar como directivas programáticas, prescindiendo así de la mala praxis de los cabos sueltos que caracterizan el inicio del mandato de unas corporaciones que por su condición progresista, debieran ser un ejemplo de severidad.