El reencuentro de los hijos pródigos.
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
Hay un dicho, pienso que bastante acertado, que dice: “el que no vive cómo piensa acaba pensando cómo vive”.
En muchas ocasiones, quizás casi siempre, a la hora de actuar tenemos buena voluntad, pero por las circunstancias de la vida vamos dejándonos llevar y no vivimos de la misma forma que pensamos, indiscutiblemente las adversidades son muchas y las circunstancias hacen que actuemos de distinta forma; en otras ocasiones es la pereza o la comodidad o el simple hecho de que haciendo lo que nos parece la vida es aparentemente más llevadera.
Es cierto que los imponderables, el ambiente en el que vivimos, el desgaste continuado por las circunstancias adversas, la comunicación negativa que recibimos en tantas ocasiones, todo esto influye para que a veces nuestra forma de actuar sea distinta a nuestra forma de pensar; y nuestros ideales van por un lado y nuestra vida por otro; nuestras creencias van por un lado y nuestra actividad cotidiana por otro muy distinto, es por ello por lo que de forma continuada tenemos que estar rectificando el rumbo; la brújula de nuestros aconteceres se desconecta de una forma de pensar que hemos aceptado como nuestra y que es la ruta acertada.
Continuamente por lo tanto para que nuestra vida sea coherente tenemos que estar dispuestos a rectificar, y siempre como hemos dicho esa rectificación no es fácil.
Para llevar a cabo esta actividad continúa de rectificación y de esta manera no perder el camino definitivamente es necesario la ayuda de personas que dirijan nuestras vidas; personas bien formadas que conozcan nuestro camino y que nos pueden ayudar a llegar a buen término. Esta ayuda tan necesaria, en el aspecto espiritual, se denomina dirección espiritual.
Por ejemplo: “En el Opus Dei, en particular, se ha subrayado desde el principio la importancia de la dirección espiritual, continuando con las directrices de mucho tiempo atrás que sigue la Iglesia Católica. El espíritu genuinamente secular de esta prelatura personal lleva a que se marque particularmente, en el ejercicio de la dirección espiritual, la libertad y responsabilidad personal de cada uno en su ámbito profesional, familiar, social, político, etc.
En palabras de su fundador, San Josemaría Escrivá, «la tarea de dirección espiritual hay que orientarla no dedicándose a fabricar criaturas que carecen de juicio propio, y que se limitan a ejecutar materialmente lo que otro les dice; por el contrario, la dirección espiritual debe tender a formar personas de criterio. Y el criterio supone madurez, firmeza de convicciones, conocimiento suficiente de la doctrina, delicadeza de espíritu, educación de la voluntad» (Conversaciones, 93). La dirección espiritual en el Opus Dei busca expresamente, prioritariamente y muy especialmente: la orientación de la vida interior y del ejercicio de las virtudes cristianas.
Pues en esta línea de la dirección espiritual está la Confesión frecuente a través del Sacramento de la Reconciliación que como decía San Josemaría es el Sacramento de la Misericordia de Dios que no quiere: “la muerte del pecador sino que se convierta y viva”. Cuando cometemos un pecado nuestra vida podemos decir que se desorienta del fin que nos hemos marcado y necesitamos de la Confesión por dos motivos: primero para que Dios nos perdone el pecado cometido y segundo para adquirir la gracia necesaria para rectificar el rumbo y seguir por el camino adecuado, dicho de otra manera para que no acabemos pensando cómo vivimos y sigamos viviendo o intentando vivir como pensamos.
Y nos podemos preguntar y porque hacer esta rectificación o esta petición de perdón con el sacerdote ¿es que no la podemos hacer directamente con Dios? No la podemos hacer directamente con Dios, en la religión católica, porque Jesucristo dijo a sus apóstoles, se lo dijo a ellos concretamente y no a otros: “A quienes perdonéis los pecados le serán perdonados y a quienes se lo retengáis les serán retenidos”
Esta es la lógica que ha utilizado Dios a través de su Iglesia para rectificar el rumbo, para que no acabemos perdiéndonos en los caminos que acaban en el abismo de una vida rota, de una vida muerta o de una vida sin sentido.
DOLOR Y ENFERMEDAD = EVANGELIZAR Y RESUCITAR.
Es muy difícil creer estas palabras que os voy a decir, mis queridos hermanos, pero el dolor y la enfermedad, no es más que una vocación más dentro de nuestra iglesia, igual que la del sacerdocio, vida consagrada o matrimonio.
Es una vocación a la que nadie nos gustaría estar llamados, pues no es agradable responder a ella, pero la que por voluntad de Dios la hemos recibido, no debemos sentirnos desgraciados ni desdichados, sino todo lo contrario felices y contentos porque Nuestro Señor, nos ha elegido a nosotros, para que por medio de nuestra enfermedad y dolor, prediquemos y demos testimonio de su Evangelio, incluso en una planta o habitación de hospital, y nos lo ha pedido a nosotros porque sabe que somos los únicos que vamos a responder a esa llamada.
Finalmente deciros que cuando estemos graves o en servicios hospitalarios en los que no podamos ser acompañados por nuestros familiares y/o personas queridas, (como pueden ser U.C.I., unidad de agudos de Salud Mental, etc), e incluso que por nuestra seguridad nos quiten nuestras cosas y símbolos externos personales, lo que nunca nos podrán quitar es la compañía física y real de Dios, y nuestra Fe en Él. Por lo que no debemos temer nada, aunque como personas suframos, pero con Él nada nos ocurrirá.
Fco Jesús Ballesteros Prieto
11.05.09