El Papa, y los gestos de amor.
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
En estos días en que está cercano aun el comienzo del año 2016. Y días por lo tanto en los que tenemos que actualizar ese “Ahora comienzo” y comenzar con la disposición de reorganizar el rumbo de nuestra vida para un día poder encontrarnos con Dios. En estos días, como digo, he escogido unas palabras del Santo Padre, de la conmemoración de los Santos y de los difuntos, para que nos ayuden a comprender y aceptar la realidad de nuestra vida en su totalidad, incluido el momento dificilísimo de la muerte.
Y empieza diciendo el Santo Padre:
“En la fiesta de Todos los Santos, sentimos particularmente viva la realidad de la comunión de los santos, nuestra gran familia, formada por todos los miembros de la Iglesia, ya sea los que somos todavía peregrinos en la tierra, como aquellos, inmensamente más, que ya la han dejado y se han ido al Cielo:
- Estamos todos unidos, todos, y esto se llama la comunión de los santos, es decir, la comunidad de todos los bautizados”.
En este primer fragmento el Papa nos indica el significado y el sentido de la comunión de los Santos de una manera sencilla, catequética y absolutamente comprensible y práctica. El Papa, entiendo yo, es un gran pedagogo del amor y de la vida, sabe llegar al corazón y explicar de una manera clara, pero palpitante y emotiva, las realidades divinas.
Y continúa:
En la liturgia, el Libro del Apocalipsis se refiere a una característica esencial de los santos, y dice así:
- Son una multitud inmensa de «elegidos», vestidos de blanco y marcados por el «sello de Dios» (cfr 7,2-4.9-14).
Y ¿qué significa llevar el sello de Dios en la propia vida y en la propia persona? Nos lo dice también el apóstol Juan:
- Significa que en Jesucristo nos hemos transformado verdaderamente en los hijos de Dios (cfr 1 Jn 3,1-3).
- ¿Somos conscientes de este gran don?
- ¡Todos nosotros, hijos de Dios!
Para decirlo en modo simple:
- ¡Llevamos el apellido de Dios!
Que alesionadoras estas palabras del Papa; y el poder pensar nosotros, con él, qué nuestro apellido es Dios y que somos real y auténticamente hijos de Dios. ¡Aquí está la raíz de la vocación a la santidad! ¡Aquí está nuestra vocación! Aquí está el tan anhelado para tantos: verdadero sentido de nuestra vida.
Una segunda característica propia de los santos es que son ejemplos para imitar:
- Pero prestemos atención, no solamente aquellos canonizados, sino también los santos, por así decir, «de la puerta de al lado» que con la gracia de Dios, se han esforzado por practicar el Evangelio en su vida ordinaria, aunque no estén canonizados.
- De estos santos; quizás hemos tenido alguno en la familia, o bien entre los amigos y los conocidos. Debemos estarles agradecidos, y sobre todo debemos estar agradecidos a Dios que nos los ha dado, que nos los puso cerca, como ejemplos vivos y contagiosos del modo de vivir y de morir en la fidelidad al Señor Jesús y a su Evangelio.
- Imitar sus gestos de amor y de misericordia es un poco como perpetuar su presencia en este mundo. Y, en efecto, aquellos gestos evangélicos son los únicos que resisten a la destrucción de la muerte:
- Un acto de ternura, una ayuda generosa, un tiempo dedicado a escuchar, una visita, una palabra buena, una sonrisa…
- Ante nuestros ojos estos gestos pueden parecer insignificantes, pero a los ojos de Dios son eternos, porque el amor y la compasión son más fuertes que la muerte.
Estas palabras de nuestro querido Francisco no necesitan comentario, hablan por sí mismas de los gestos del amor. Francisco escribe con amor del amor; y lo práctica, lo habla y lo escribe siempre que puede. Sus gestos, sus actuaciones son vivencias de una realidad implacable en su vida: el amor. Hoy y siempre aprendamos de él.