El Papa, sucesor y heredero.
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
El conocer y creer con firmeza en la misión especialísima y divina de la Iglesia, y en la designación del Papa por parte de Jesucristo, son los pilares fundamentales para construir una fe y unas creencias estables. Cuando no se cree en esto, nuestra fe se debilita y se acaba diluyendo en una inoperancia ineficaz e inexistente.
Los protestantes y los cismáticos ortodoxos niegan que Jesucristo designara a Pedro y a sus sucesores como Cabeza de su Iglesia; y pretenden hacernos creer que Cristo no les designó ninguna autoridad o jefatura suprema.
Este es un gravísimo error, que va no sólo contra toda la Tradición cristiana, sino también contra la misma Escritura.
En varios lugares de la Escritura consta que Cristo nombró a san Pedro Jefe de la Iglesia. Veamos los más significativos:
Ä Cristo declaró a san Pedro piedra fundamental de su Iglesia:
- «Bienaventurado eres, Pedro… Y yo te digo que sobre ti, Pedro, edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella».
(Mt. 16, 18).
La piedra fundamental de un edificio es absolutamente indispensable en él. Igualmente, Pedro jamás podrá faltar en la Iglesia.
En arameo, la lengua que hablaba Jesucristo: Pedro y piedra se designan con una misma palabra: Cefas.
Ä Cristo le prometió a san Pedro las llaves del Reino de los Cielos:
- «Te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que atares en la tierra atado será en el cielo; y lo que desatares en la Tierra, desatado será en el Cielo».
(Mt. 16, 19).
La expresión: «Dar las llaves» equivale a darle el poder supremo sobre su Iglesia.
Y le promete confirmar desde el cielo lo que Pedro haga sobre la Tierra.
Las ciudades antiguas estaban rodeadas de murallas. Y entregar las llaves que daban acceso a las murallas equivalía a dar poder sobre la ciudad.
Ä Cristo, antes de su pasión, le dirigió a Pedro estas palabras:
- «Simón, Simón, he aquí que Satanás os ha reclamado para cribaros como el trigo. Pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca; y tú, cuando te conviertas, confirma a tus hermanos».
(Lc. 22, 32).
Confirmarlo en la fe y encargarlo de confirmar en ella a sus hermanos, es constituirlo guardián y maestro supremo de ella.
Ä En fin, antes de partir al Cielo, Cristo preguntó tres veces a Pedro:
- «Simón, ¿me amas más que éstos? Y después de su triple confesión le dijo: Apacienta mis corderos; apacienta mis ovejas».
(Jn. 21, 25).
Lo nombró, pues, pastor, no de un rebaño material, que no tenía; sino de su Iglesia a la que, muchas veces, designa con tal nombre.
Es pues, imposible negar, sin negar también la Escritura, que:
- Cristo confirió a San Pedro el mando supremo de su Iglesia.
Por lo tanto creamos con firmeza en estas dos realidades:
- La Iglesia, continuadora de la misión de Jesucristo.
- Y el supremo poder del Papa como Cabeza de la misma.