El Papa ante el dolor
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
El 11 de febrero de 2016, en la fiesta de la Virgen de Lourdes se celebró la XXIV Jornada Mundial del Enfermo.
El tema elegido para este año es:
~ “Confiar, como María, en Jesús misericordioso”.
Tema esté que se inscribe muy bien en el marco del Jubileo extraordinario de la Misericordia.
La enfermedad, sobre todo cuando es grave, nos pone siempre en una situación de crisis y nos hace plantearnos grandes e importantes interrogantes.
Al principio podemos tener una fuerte e implacable reacción de rebeldía:
~ ¿Por qué me ha sucedido precisamente a mí?
~ Todo lo malo me sucede a mí.
~ Yo ya no puedo más.
Podemos sentirnos desesperados, abatidos, con inquietante sensación de abandono y pensar que todo está perdido, que ya nada tiene sentido…
Puede que se apodere de nosotros la tristeza y que en el horizonte aparezca la oscuridad más absoluta.
En esta situación, ciertamente por una parte la fe en Dios se pone fuertemente a prueba; pero al mismo tiempo esa fe aparece, ante nosotros, con toda su ímpetu vivificador y enriquecedor. No porque la fe vaya a ser una fe milagrera que haga desaparecer la enfermedad, el dolor o los interrogantes que plantea, aunque algunas veces ciertamente lo sea, sino porque nos ofrece una opción importante con la que podemos descubrir el sentido más profundo y trascendente de lo que estamos viviendo.
La fe nos ofrece una clave que nos puede ayudar a ver cómo la enfermedad podría ser, y si uno quiere es, la vía que nos lleva a una cercanía más estrecha con Jesús; un Jesús que, por amor hacia nosotros, camina a nuestro lado pero que va cargado con esa pesada y estremecedora cruz. Y esta clave nos la proporciona también María, su Madre, que es experta en este dolor intenso de su hijo Jesucristo, y que está presente, entre otros momentos, en este camino tremendo y doloroso del viacrucis.
En las Bodas de Caná, en donde Él convierte el agua en vino a petición de María, ya se perfilan con nitidez y claridad los rasgos característicos de Jesús y de su misión:
~ “Él es el que socorre al que está en dificultad y al que pasa necesidad”.
En efecto, en su ministerio mesiánico:
~ Curará a muchos de sus enfermedades, dolencias y malos espíritus.
~ Dará la vista a los ciegos. Hará caminar a los cojos.
~ Devolverá la salud y la dignidad a los leprosos.
~ Resucitará a los muertos.
~ Y a los pobres anunciará la buena nueva.
La petición de María, durante el banquete de las bodas, manifestó no sólo el poder mesiánico de Jesús sino también su misericordia.
En la solicitud de María se refleja: “La ternura de Dios”.
Y esa misma ternura se hace presente también en la vida de muchas personas que se encuentran junto a los enfermos y saben comprender sus necesidades, aún las más ocultas, porque miran con ojos llenos de amor. Cuántas veces, continúa el Papa:
~ Una madre a la cabecera de su hijo enfermo.
~ Un hijo que se ocupa de su padre anciano.
~ Un nieto que está cerca del abuelo o de la abuela.
Cuántas veces ellos confían su súplica a la maternal protección de la Virgen.
Y Francisco termina explicando como Jesús manifestó la presencia del Reino de Dios precisamente a través de las curaciones.
~ Nos dice Jesús: “Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan» (Mt 11,4-5)”.
Pero, insiste y “remarca” el Papa, con delicado cariño, que el amor animado por la fe hace que pidamos para ellos algo mucho más grande que la salud física:
~ “Pedimos: La paz y la serenidad de la vida”.
~ Esa paz y serenidad que parte del corazón:
- Y que es don de Dios.
- Y fruto del Espíritu Santo.
- Y que el Padre no niega nunca a los que se lo piden con confianza.