El pan bueno nutre el corazón de todos.
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
<<Reflexionemos cómo la familia vive ahora el tiempo de la oración. La queja más frecuente de los cristianos consiste precisamente en el tiempo:
- “Debería rezar más…: quisiera hacerlo, pero a menudo me falta el tiempo”.
Esto, lo escuchamos continuamente.
El corazón humano busca siempre la oración, incluso sin saberlo; y si no la encuentra, no tiene paz.
Pero para encontrar la oración, es necesario:
- “Cultivar en el corazón un amor cálido por Dios, un amor afectivo”.
¿Y yo os pregunto?:
- ¿Queremos también un poco al Señor?
- ¿El pensamiento de Dios nos conmueve, nos asombra, nos enternece?
- ¿Logramos pensar en Dios como la caricia que nos tiene en vida, antes de la cual no hay nada?
- ¿Una caricia de la cual nada, ni siguiera la muerte, nos puede despegar?
Pero sólo cuando Dios es el afecto de todos nuestros afectos, el significado de estas palabras se hace pleno.
Entonces nos sentimos felices, y también un poco confundidos, porque Él piensa en nosotros. Pero sobre todo ¡nos ama!:
- ¿No es impresionante esto?
- ¿No es impresionante que Dios nos acaricie con amor de padre?
¡Es muy bello, muy bello!
Podía simplemente darse a conocer como el Ser Supremo, dar sus mandamientos y esperar los resultados.
En cambio Dios ha hecho y hace infinitamente más que eso:
- Nos acompaña en el camino de la vida.
- Nos protege.
- Nos ama.
“Si el afecto por Dios no enciende el fuego, el espíritu de la oración no calienta el tiempo”.
Un corazón habitado por el afecto, por Dios, convierte en oración:
- Incluso un pensamiento sin palabras.
- Una invocación ante de una imagen sagrada.
- Un beso enviado hacia la Iglesia.
¡Cuánta ternura hay! Y qué bello es cuando las madres enseñan a los hijos pequeños a mandar un beso a Jesús o a la Virgen:
- “En aquel momento el corazón de los niños se transforma en lugar de oración y es un don del Espíritu Santo”.
¡No olvidemos nunca pedir este don para cada uno de nosotros! Porque el Espíritu de Dios tiene su modo especial de decir en nuestros corazones:
- “Abbà, es decir, Padre”
Nos enseña a decir Padre, del mismo modo como lo decía Jesús, un modo que no podremos nunca encontrar solos (cfr Gal 4, 6).
En familia se aprende a pedir y apreciar ese don del Espíritu.
Si lo aprendemos con la misma espontaneidad con la cual aprendemos a decir: “Papá y mamá”, lo hemos aprendido para siempre.
Cuando esto sucede, el tiempo de la entera vida familiar:
- “Viene envuelto en el vientre del amor de Dios, y busca espontáneamente el tiempo de la oración”.
El tiempo de la familia, lo sabemos bien, es un tiempo complicado y lleno de gente, ocupado o preocupado. Siempre es poco, nunca basta, hay tantas cosas por hacer.
El espíritu de la oración:
- Restituye el tiempo a Dios.
- Sale de la obsesión de una vida a la cual le falta siempre el tiempo.
- Reencuentra la paz de las cosas necesarias.
- Y descubre la alegría de los dones inesperados.
Buenas guías para esto son las dos hermanas Marta y María, de quienes habla el Evangelio que hemos escuchado.
Ellas aprendieron de Dios la armonía de los ritmos familiares:
- La belleza de la fiesta.
- La serenidad del trabajo.
- El espíritu de oración.
La visita de Jesús, a quien querían bien, era su fiesta.
Sin embargo un día Marta aprendió que el trabajo de la hospitalidad, si bien es importante, no es todo, pero que escuchar al Señor, como hacía María, era la cosa verdaderamente esencial, la “parte mejor” del tiempo.
Que la oración brote de la escucha de Jesús, de la lectura del Evangelio, no olviden, cada día leer un pasaje del Evangelio.
Que la oración brote de la confianza con la Palabra de Dios:
- ¿Hay esta confianza en nuestra familia?
- ¿Tenemos en casa el Evangelio?
- ¿Lo abrimos alguna vez para leerlo juntos?
- ¿Lo meditamos rezando el Rosario?
“El Evangelio leído y meditado en familia es como un pan bueno que nutre el corazón de todos”.
Y en la mañana y en la noche, y cuando nos sentamos en la mesa, aprendemos a decir juntos una oración, con mucha sencillez:
- “Es Jesús que viene entre nosotros, como iba en la familia de Marta, María y Lázaro”.
Una cosa que tengo en el corazón, que he visto en las ciudades:
- ¡Hay niños que no han aprendido a hacer la señal de la Cruz!
- Tú mamá, papá, enseña al niño a rezar, a hacer la señal de la Cruz, esta es una tarea bella de las mamás y de los papás.
En la oración de la familia, en sus momentos fuertes y en sus pasajes difíciles, somos confiados los unos a los otros, para que cada uno de nosotros en familia sea cuidado por el amor de Dios. Gracias.>>
La sobreabundante riqueza del mensaje del papa Francisco sobre la oración no necesita más comentario.
Basta la maestría de este mensaje singular y lleno de profundidad para entender plenamente el sentido de la oración. Cada reflexión, cada anécdota, cada detalle, cada comentario de este mensaje contiene la plenitud de una doctrina clara y contundente.
Aprender para vivir; vivir para gozar: gozar para ser feliz plenamente en el habitad indescriptible de un amor divino y humano eternamente embriagador.