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29

julio 2013

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El hombre y la máquina

Publicado por , Posteado enOpinión

En mi época de estudiante, y para despejar la mente después de estar horas aprendiendo lecciones frente a los libros, solía pasear por la estación de ferrocarril, un lugar que me gustaba visitar desde que era muy niño; la llegada o salida de un tren siempre me parecía un gran acontecimiento.

En uno de esos paseos tuve la ocasión de hablar con un maquinista que había bajado de la cabina de mando de la locomotora para atender sus asuntos en la oficina de la estación y le pedí que, si no era molestia, me enseñara un poco su puesto de trabajo para comprender el funcionamiento de la máquina y ahogar así mi curiosidad. Y accedió amablemente, no sin antes presentarme.

Una vez dentro de la cabina, un detalle llamó mi atención: había un pequeño volante en el cuadro de mandos cuya función, evidentemente, no era la de girar las ruedas del tren al tomar una curva. El maquinista me explicó que ese pequeño volante debía ser girado cada poco tiempo cuando el tren estaba en marcha, y con ello la locomotora “detectaba” que estaba bajo control. Si esto no ocurría así, detectaba que el maquinista, por la razón que fuese, no estaba al mando y automáticamente se paraba para evitar un posible accidente grave.

Este ejemplo demuestra claramente que el ser humano no es infalible, y que una máquina cualquiera debe tener ciertos dispositivos, o ayudarse de otros, que funcionen de forma automática e impidan que pueda provocar serios problemas si no está bajo el control del hombre, como el tren del accidente de Santiago de Compostela.

Es posible (no forzosamente cierto) que el desafortunado maquinista del tren Alvia tuviese un despiste, una falta de atención en su puesto de trabajo por cualquier causa, una negligencia momentánea o prolongada… Pero lo que sí parece cierto es que, al margen del fallo humano, ese tren funcionó de la misma manera que si no hubiese tenido ningún tipo de control, nada impidió que provocara tan triste accidente.



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