El gran corazón del Papa Francisco
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
Hace unos días estuve viendo un vídeo sobre la vida del Papa Francisco. El vídeo me pareció fantástico, pues en él se descubre el ejemplo de una vida: excepcional, magnífica y ejemplar.
En el documental se descubre la magnitud humana y espiritual de este hombre que, paso a paso, alcanza la cima de la perfección.
El Papa Francisco nos deja atónitos: por sus cualidades, por su capacidad de servicio y por su amor y cariño hacia todos. Él es un hombre que sabe con firmeza como ha de ser el cumplimiento de sus convicciones y que se adentra profundamente en el misterio de la fe, pero que vive con espontaneidad y diligencia: el cariño, la ternura, la cercanía, el apoyo y la ayuda a todo aquel que lo necesita.
Igual se encumbra y se eleva por su condición de Papa: “creando” un dogma que se abaja para limpiar los pies de un mendigo o de un preso o de un enfermo.
Nuestro querido Papa está en la cumbre de la santidad, pero esa cumbre como él bien sabe requiere el talento y el talante de una virtud heroica, requiere de la profunda vivencia de la humildad, requiere el despojarse de todo lo terreno e identificarse plenamente con una realidad libre de ataduras mundanas.
En este vídeo-relato de la vida del Papa Francisco hay un hecho que, a mí, me impresionó especialmente; el relato es el siguiente:
<<El Papa estaba confesando, y llega un momento en el que se da cuenta de que se tiene que ir, por un asunto urgente, y le queda una persona por confesar, esa persona parecía tener una minusvalía psíquica, se acerca amablemente a ella y le dice que ya no lo puede confesar pero que en breve tiempo viene otro sacerdote a confesarlo; el Papa sale deprisa y cuando lleva recorridos un centenar de metros se para bruscamente y se queda pensativo e inmediatamente se vuelve, entra en la iglesia, pide disculpas y confiesa a aquella persona; vio claramente que por muy urgente que era lo que tenía que hacer no tenía derecho a dejar de confesar al ser humano que esperaba. Por la tarde el Papa se va a confesar de aquel sucedido; y después de la confesión le preguntan: “y si volvió usted a atender a aquella persona de que se tenía que confesar” y contestó: » me tenía que confesar de por un instante haber dudado de cuál era mi vocación y de haber dudado de que lo primero era atender a aquella persona.»>>
Esa sensibilidad del Papa me parece que es “una genialidad del amor” no cabe más entrega, ni más generosidad en el corazón de una persona. Esa perfecta conexión entre lo humano y lo divino, esa delicadeza, ese saber amar detalladamente, sabiendo que en muchas ocasiones lo más importante no es lo más urgente, ese saber discernir y añadir prontamente la corrección en la respuesta; todo eso requiere la maestría de un santo.
Y ese Santo, gracias a Dios, existe actualmente y se llama: Papa Francisco. Gracias Francisco tu humildad y tu cercanía son un estímulo imprescindible para nuestras vidas que en muchas ocasiones se ahogan en la mediocridad.