El encanto de la sencillez.
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
Probablemente no hay nada más chocante que ver una personalidad «inflada» o ver a quienes se vanaglorian constantemente de sus propios logros, cualidades y posibilidades.
Una personalidad sencilla a veces puede pasar inicialmente desapercibida, pero su fortaleza interior y su encanto es mucho más profundo y perdurable.
La personalidad sencilla:
- Es única, recia, sin adornos ni artificios, no le hace falta mostrar y poner en un escaparate sus posesiones y cualidades, porque son evidentes y naturales.
La sencillez nos enseña a saber quiénes somos y lo que podemos.
Durante una conversación escuche a una persona que decía:
- «Detesto a las personas sofisticadas».
Esa persona era inmensamente rica, con grandes dotes intelectuales, con una posición social privilegiada y con una familia notable durante muchas generaciones.
Y sin embargo decía: «Detesto a las personas sofisticadas».
Y las detestaba porque precisamente en su medio social veía lo peor de la miseria humana:
- Altivez injustificada.
- Grosería constante ante la servidumbre.
- Orgullo de una cultura superficial.
La cultura superficial de hoy, a veces, quiere hacernos creer que valemos:
- Por nuestra ropa, por nuestros coches, por estar a la moda, porque somos poderosos, porque podemos humillar.
Pero precisamente toda esa cultura es la llave al gran vacío interior que comienza a caracterizar a nuestra sociedad.
La persona humana está dotada de: inteligencia, cualidades y habilidades. Pero:
- ¿Para qué convertir nuestra vida en una eterna competencia?
- ¿De qué sirve estarnos comparando constantemente con los demás?
El progreso interno, donde nosotros crecemos, es en verdad lo importante.
No llegar nunca al punto de la ostentación:
- El efecto directo de estas ostentaciones son las posturas de altivez y el menosprecio.
La sencillez no es:
- Pobreza, ni mendicidad, ni suciedad, ni abandono.
La sencillez es tener lo que se necesita, pero sin caprichos superficiales.
¿Qué hace una persona para ser sencilla?
El valor de la sencillez tiene distintas manifestaciones:
Respecto a nuestra forma de hablar podemos citar varios ejemplos.
Una persona sencilla al hablar:
- Utiliza con mesura la palabra, evitando acaparar las conversaciones para convertirse en el centro de atención.
- Su lenguaje es apropiado, sin recurrir a palabras altisonantes o de mal gusto.
- Evita hacer referencia en todo momento a sus: logros, aciertos y reconocimientos alcanzados.
- Por dignidad omite toda manifestación ostentosa de su: inteligencia, habilidades y bienes materiales.
Posiblemente las manifestaciones más claras de la sencillez se encuentran en el aspecto exterior de la persona:
- Vestir con decoro, sin llegar a ser estrafalario y de acuerdo a la ocasión.
- Tener modales que no sean artificiosos, ni estudiados.
También cuidar con esmero la forma de saludar.
La sencillez es cortesía, la altivez grosería.
Es de igual importancia la forma en la que se aprecian los bienes materiales, porque la sencillez nos hace:
- Adquirir, poseer y utilizar aquellos bienes que son necesarios, evitando el lujo inútil o el capricho.
Es bueno comprar cosas de buena calidad que duren y que nos presten el mejor servicio, durante más tiempo y con más eficiencia, pero no por presunción.
La persona sencilla no menosprecia a los demás. Aprecia a las personas por lo que son, lo cual permite un diálogo amable y una amistad sincera.
Siempre se puede contar con el apoyo de las personas sencillas. Ellos no tienen inconveniente en prestar un servicio, porque -para ellos- no existen actividades, ni personas de “segunda categoría”.
El valor de la sencillez nos ayuda a superar el deseo desmedido por sobresalir y por sentirnos distinguidos y admirados sólo por la apariencia externa.
Nuestro interior, nuestro corazón es lo que verdaderamente cuenta.
Una persona sencilla llega más y mejor al corazón.
Y entiende mejor: la ternura, la delicadeza, el cariño, la dulzura, la naturalidad y la cordialidad de la que nos habla y vive el Papa Francisco.