El brillo en los ojos de una morena andaluza.
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
Cuando conocí a la que hoy es mi querida esposa y a la vez la madre de mis tres queridos hijos, y descubrí el tono moreno de su bello rostro y puesto que yo tengo mis orígenes en la ciudad de Iliturgi, a mi novia entonces le cantaba: “morena mi Virgencita, morena también mi madre y la novia que yo tenga morena para qué la iguale…”
Hoy, muchos años después, todavía siento la emoción al oír y al escuchar esa canción, no sólo por la Virgen que indiscutiblemente forma parte de nuestras vidas y a la que queremos y a la que veneramos con todo cariño en ese sagrado Camarín de su Santuario en el monte Cabezo, tampoco la emoción es sólo por mi madre que hace 37 años que Dios la quiso para Él y se la llevó; se la llevó sin avisar y desde entonces ella pertenece, como “pieza” insustituible al cielo, a ese paraíso de los privilegiados que desde la tierra dieron el salto para convivir con Dios, en la eternidad de los bienaventurados; sino también la emoción, y en especial en este tiempo de abril y mayo es, por mi morena, por aquella chiquilla de 26 años que conocí en Ibros, en la fiesta de la Virgen de los Remedios.
La conocí un bello día de primavera de 1984. Día espléndido de luz y calor, día en que mis sentidos notaban la realidad viva de un suceso inminente e importante ¡y al atardecer! al atardecer de aquel día inusual la vi aparecer a ella, la singularidad de sus rostro moreno pronto caló en mí, era una bella criatura llena de encanto, llena de juventud y llena de vida; alguien que estaba a su lado susurro refiriéndose a mí: ¡anda si es mi profesor de matemáticas! y yo seguía y seguía mirando entusiasmado; aquello era el destello de una magia incomprensible, era un fuego que llenaba de calor mi corazón.
De repente, y con toda certeza, descubrí que había encontrado el amor, y ya desde aquel momento la sentí mía y hubiera gritado: mía, mía, mía … para evidenciar lo que sentía, pero la prudencia me sostuvo; pero aun así, dentro de mí, seguía sintiendo ese impulso: “ mía, mía, mía ” sentí la inaudita sensación de haber encontrado el tesoro imponente que llenaría mi vida. Ya no me importa: quien venía conmigo, ni quién iba con ella; me sentía arrebatado y quede preso: preso de una vivencia, preso de una emoción, preso de un sentimiento, preso de ese flechazo que no acababa de entender y que no sabía por qué y cómo había venido. Lo vivido fue el enigma de lo que está vivo y vibrante en los acontecimientos aparentemente más triviales.
Yo después, al poco rato del encuentro, la vi bailar y era como si: El sol, la tierra, las estrellas y el cosmos estuvieran bailando para mí, quede sobrecogido y aturdido por una emoción desconocida. El cuerpo quedó inmóvil; pero mi alma: viva, muy viva; vivo, muy vivo también mi corazón que palpitaba acelerado. De aquel baile quedo luego en mi recuerdo una chaqueta blanca, que llevaba, y también quedó en mi vivo recuerdo la belleza de un momento inexplicable. Fue la danza del universo que me hizo ese regalo, fue Dios que me ofreció un destello de su amor infinito, y lo hizo de una manera espectacular; y todo en un pequeño pueblo, rodeado de miles y miles de olivos.Y llegó el amanecer y después de toda la noche ese bello rostro moreno seguía impreso a fuego en mi mente y en el oído un ronroneo ininterrumpido: “morena mi Virgencita, morena también mi madre y la novia que yo tenga morena para que la iguale …”.
Hoy justamente xxx años después sigue viva la escena, sigue ese amor grande a quien tanto se ha querido, sigue junto a ella o en la distancia el ronroneo de la misma canción, sigue el primer saludo a una mano cálida y temblorosa, sigue el primer beso, beso que con profunda emoción nos dimos en la cúspide de la felicidad en la cima de la Atalaya; ese lugar adentrado en el encanto de una sierra morena.
Y mi morena, la morena de mi vida sigue dando variedad de tonalidades a mi vida; dando: “calor y viveza”; dando: “emoción y un algo desconocido aún por descubrir”; dando: “cal y arena” “sol brillante y nubes grisáceas”; dando: “noches con y sin estrellas”; dando: “emociones que sacuden el alma y una vida con entresijos aún sin descifrar”.
Y todo bañado a fuego con el rescoldo de unas cenizas que aun queman. Y todo a flor de piel y tambaleándose levemente: bajo el signo de una ligera incertidumbre y de una tenue inseguridad. ¿Qué hacer? ¿Qué no hacer? Es la eterna pregunta que, con desazón en el alma, se hacen, aquel o aquellos, que andan mendigando seguridad, que andan descubriendo la maravilla incierta de un bello camino, que a veces, por la dureza del cada día, es escabroso e inseguro.