Cartas al Director

Si llamamos dictadura a la imposición de unas reglas de convivencia cuando ésta última se ha desmadrado al rebujo de conceptos generalistas como libertad de expresión, derechos individuales, víctimas y verdugos, plurinacionalismos de ocasión… ¡Bendita dictadura!

Siempre se ha dicho que un golpe a tiempo evita muchos a destiempo.

Las dictaduras que imponen ideologías, que lavan cerebros y se quieren perpetuar en el tiempo… mejor sería llamarlas “alzamientos políticos interesados”. Lo malo de toda dictadura es lo que dura, su permanencia en el tiempo…

Las dictaduras que corrigen, que orientan, que obligan a la reflexión, que marcan los límites de los conceptos para una sana convivencia… puede que no gusten pero, en muchos casos, son necesarias

Estas últimas dictaduras, hoy día, son muy criticadas por todos aquellos “ideólogos” del buen vivir, sin gobernar.

En base a “su principio” de “libertad de expresión”, “libertad de propiedad”, “libertad de sus ideas”, ellos mismos imponen una dictadura del miedo, para poder acogerse a todas las prebendas que el organigrama político les ofrece.

Para vivir con ideas que dan de comer no hace falta gobernar, sino gritar… teorizar… jugar con el diccionario… bailar sobre cuerdas pendulares…

Para esos señores, imponer normas de convivencia se llama dictadura.

Tendremos que acudir al yoga para no volvernos locos o para que no nos tomen por tontos.