¡Cuando la muerte llama!
Publicado por rafagutierrez, Posteado enOpinión
En este tiempo, del noviembre otoñal, es oportuno reflexionar sobre la muerte.
La enfermedad, el sufrimiento y la muerte frecuentemente aparecen en nuestras vidas; en unas ocasiones muy directamente y en otras en el cercano, o quizás no tan cercano, horizonte de nuestra pobre y débil existencia.
En cualquier caso siempre aparece de tal manera que nuestra alma, que nuestra razón y que nuestros sentimientos se tambalean.
Siempre queremos huir de estas tristes realidades que distorsionan nuestro equilibrio interior y exterior.
Cuando el dolor y la muerte llaman a nuestra puerta, previamente -en la mayoría de los casos- no avisa y tampoco humanamente es bien recibida.
Con estas consideraciones previas quisiera que cayéramos en la cuenta de que esta vida es un camino, no un destino en sí mismo.
Es un camino hacia la eternidad; hacia la infinitud; hacia un más allá, que si no estamos preparados, puede llegar a ser aterrador.
Dios ha dispuesto este camino como preparación para nuestro definitivo destino en el Cielo.
Y para este camino, Dios a través de Jesucristo, ha revelado unas pautas de comportamiento, un manual de conducta, unos mandamientos y unas normas; y nosotros, con plena libertad, podemos decir sí, o no, a estos mandatos; podemos aceptar las indicaciones de nuestro maestro y Señor Jesucristo, o podemos vivir alegremente sin pensar en lo que sucederá al final de nuestros días.
Cada uno de nosotros puede elegir:
- Vivir sin preparar las maletas del eterno viaje.
- Vivir preparando ese paso trascendental para llegar a la muerte: con los deberes hechos, con el corazón entusiasmado, con las manos llenas, con la seguridad de que nos espera el eterno abrazo del definitivo Amor.
Ante esta tesitura el azar no existe:
- O Dios.
- O el posible paso, quizá en falso, hacia una eternidad incierta.
Decídete y reflexiona. Piensa. Medita. Calcula.
Pero no dejes el futuro en manos de un inquietante: “Ya llegará”.
No sólo está en juego tu futuro; está en juego tu futuro eterno; y está en juego el conocer y el aceptar a Dios.