Cuando el zapato aprieta…
Publicado por Gerardo Hdez Zorroza, Posteado enOpinión
Vivimos bajo estructuras antiguas de funcionamiento piramidal, y no estamos gobernados por los mejores o más conscientes, como se supone debiera ser, sino por aquellos que permite este Sistema. Y no me quiero extender en esto, pues sabemos todos lo que está pasando, de la manipulación para tratar de seguir teniéndonos inconscientes.
Para no extenderme demasiado, me voy a centrar solo en dos estamentos reconocidamente piramidales, la Iglesia y el Ejército. La Iglesia, al igual que otras religiones organizadas, se ha quedado anclada en el pasado, con sus dogmas y su reclamo de obediencia. Aunque no a lo que nos dice nuestro sentimiento íntimo, nuestro corazón, sino, oficial y combativamente en ocasiones, a lo que predican los pastores. Además de por el papa y los obispos, todos los domingos en misa se ruega por nuestros dirigentes. Con los que parece haber buen rollo, por cierto.
El Ejército, paradigma de la obediencia, es, dicen, defensor de la patria (frente a otras patrias). Patrias estas, y sus Estados que, podemos comprobar, excluyen a sus ciudadanos más débiles, sometidos a los caprichosos vaivenes del dinero y los designios de determinados capitales, sin patria conocida, como saben. El Ejército, por tanto, ahora menos que nunca defiende la patria y a sus ciudadanos, pues se ve obligado a obedecer los intereses de las élites de un sistema que los descoloca, que los excluye.
Además, fíjate por dónde, sus tropas son enviadas a combatir cada vez con más frecuencia en tierras extrañas, de ultramar a veces, lo que, en esta época de recortes, ha obligado a implementar de forma extraordinaria –¡chúpate esa!– el gasto estatal para la compra de un carro y un avión de combate, así como distinto armamento para la guerra. Un buen “recurso económico” este de las armas que, con las drogas ilegales y la Industria Fármaco-Química se han convertido en el non plus ultra de los negocios actuales.
Ante esto, el reto –el de la gente que se da cuenta del manejo y no se acobarda–, consiste en invertir esta famosa pirámide de poder y “mando”, para empezar a construir esta sociedad ya no desde la responsabilidad cedida y el despilfarro, sino desde la base consciente y no competitiva. Desde la búsqueda obligada de la colaboración con los más próximos, el abordaje de las auténticas prioridades y la simplificación de las cosas. Una labor que debe comenzar a fraguarse desde la educación, desde la nueva Escuela.
El miedo, la obediencia y otros recursos pedagógicos del pasado han quedado obsoletos. La nueva escuela debe fomentar el valor sanador por excelencia, el del amor.