¿Ciencia… o fantasías humanas?
Publicado por ARP, Posteado enOpinión
La ciencia se basa es el conocimiento técnico y verdadero de las cosas y las fantasías no son otra cosa que ideas delirantes de los hombres sobre lo que “debe ser” la realidad de las cosas. El conocimiento sobre una o varias materias del saber científico se ve sometido y expuesto al surgimiento de nuevas teorías o puntos de vista más fiables. No da por hecho que el conocimiento adquirido sobre una materia está cerrado o completado. El conocimiento puro no impone restricciones a la inventiva o al progreso que colabore a conocer la verdad de las cosas. Sin embargo, las fantasías heredadas y establecidas como dogma de fe, se cierran en banda ante cualquier idea o teoría nueva que las ponga en cuestión. Y eso es lo que está sucediendo en la actualidad en el vasto campo del conocimiento delirante de la ciencia.
¿Cuál ha sido el proceso por el que se ha llegado a esta situación? Sencillo. Hubo un primer tonto que puso las bases irracionales de la astronomía moderna y otros tontos le siguieron el juego intentando confirmar su estupidez esgrimiendo argumentos delirantes reforzados con estructuras matemáticas. Y así, los pueblos y las naciones quedaron subyugados por el poder de la persuasión, la fantasía y la estupidez humana. Nadie cuestionó o se preguntó nunca si todos los dogmas de fe científicos que se establecieron y que violentan la razón y el sentido común no podían tener otra explicación. Y claro que la tienen. Pero la mecánica social impuesta en el mundo por la ciencia delirante y la política rentable impide que la sociedad conozca otra explicación o alternativa más sencilla y razonable. Los poderes científicos, políticos y económicos que rigen el mundo no están dispuestos a que sus “negocios” millonarios se vengan abajo. Negocios millonarios cuya rentabilidad depende de mantener a las gentes y a las naciones sumidas en un profundo y largo sueño. Y, claro está, si los pueblos abriesen los ojos se pondría fin a tantos engaños, falsedades y aberraciones internacionales.
Ahora bien, ¿este argumento es gratuito o existen pruebas para mantener lo que digo? Las pruebas racionales y matemáticas existen y además son abundantes. Lo que ocurre es que nadie está dispuesto a considerarlas por creer, ingenua o interesadamente, que las teorías cosmológicas modernas están ya lo suficientemente sometidas a la falsabilidad. Pero dicho criterio es propio de ignorancias supinas manifiestas. Toda realidad puede explicarse de múltiples formas y no solo de la única forma que conviene a los poderes mundanos establecidos. Y entre la diversidad de posibles explicaciones sobre una materia del conocimiento debe prevalecer aquella cuya explicación sea la más simple y coherente. Un ejemplo lo tenemos en el tratamiento científico histórico que supuso la “paradoja de Olbers”. ¿Si los astros estelares que pueblan el cielo nocturno son de naturaleza solar, cómo es – preguntó Olbers a la comunidad científica- que no suframos en la Tierra los efectos de tanta luz en el cosmos? Un simple cálculo matemático ponía de manifiesto que si las estrellas son de naturaleza solar la temperatura en la Tierra debería alcanzar los ¡5.000 grados centígrados! Y no solo eso. Olbers dedujo que el cielo nocturno debería estar tan iluminado como el diurno. La paradoja removió los cimientos de la cosmología. Todos los astrónomos y astrofísicos se pusieron manos a la obra para intentar ofrecer una respuesta a la misma… y todavía hoy, en pleno siglo XXI, la cosmología establecida sigue sin ofrecer una respuesta racional y coherente. Un intento baldío de responder a la paradoja, y cuyo “descubrimiento” festejó la comunidad científica, fue la teoría de E. Halley basada en la expansión del Universo. Pero no se dejen engañar. La “expansión del Universo” tampoco tiene lugar. Las numerosas colisiones observadas entre galaxias invalidan totalmente dicha teoría que enuncia el aumento continuado de la distancia entre estas. Es tan solo otra fantasía más creada por el hombre para mantener vigente los múltiples delirios enfermizos de muchos científicos. Y entonces, ¿cuál es la respuesta contundente a la paradoja de Olbers? Pues, ni más ni menos, que los astros estelares y las galaxias son todos de naturaleza planetaria o gaseosa, sin luz propia. Y el brillo que observamos en los astros estelares nocturnos tiene su origen en la luz que emite el único Sol que ilumina y calienta la Tierra. En consecuencia, la paradoja de Olbers queda total y rotundamente respondida, neutralizada o invalidada. ¿Les parece increíble? Lo que a mi me parece increíble es que la humanidad haya puesto su fe –Ah, pero, ¿la fe no es un aspecto inherente a la religión cristiana?- en un sin fin de tonterías creadas por el hombre engalanadas con brillantes discursos y bonitas ecuaciones.
Como he dicho arriba, la paradoja de Olbers es tan solo uno de tantos ejemplos que vienen a demostrar la incoherencia, la ceguera y la estupidez que subyace en el colectivo internacional de astrónomos y astrofísicos. Podría extenderme aportando nuevos argumentos y pruebas que ponen de manifiesto la espiral de esquizofrenia que desde hace cuatro siglos se instaló entre los investigadores del cosmos, pero soy plenamente consciente de que es inutil mostrar algo a quienes permanecen dormidos.
Nota de este autor:
Cuando digo «la teoría de E. Halley», es obvio que me he equivocado. Quería decir «la teoría de E. Hubble». Ha sido un lapsus. Disculpen.