Dinastía política.
A raíz de la sucesión de los señores Baltar padre/hijo, en verdad que, para los que no estamos en el ámbito de su política, nos suena un poco a chirigota (palabra muy a propósito ahora, durante los carnavales gaditanos) pero, una vez conocida la sucesión de la saga Baltar, afloran más casos de esta índole: Padre/hijo, padre/hija, suegro/yerno-nuera, etc. en otras formaciones políticas, incluido el PP.
Estos fenómenos (me refiero a las sucesiones, claro), vienen propiciadas por la facilidad que tienen de acceso a la política los hijos de esos padres y, teniendo en cuenta el tiempo que estos llevan en los cargos, los hijos sales bien, pero que muy bien aleccionados, aunque no sabemos si salen así de preparados.
Si luego resulta que son buenos regidores, se puede dar por bien empleado el sistema dinástico; eso, lógicamente, quién mejor lo puede saber es el electorado que los apoyan con sus votos y dado que el pueblo es sabio, se puede pensar que por algún motivo será cuando salen elegidos.
De todas formas bien, bien, lo que se dice bien, aparentemente y éticamente no está y los dirigentes de las formaciones implicadas deberían de tenerlo en cuenta para no dañar demasiado la imagen de sus partidos.
Y para finalizar, quiero preguntar (porque es una fijación que tengo), ¿a qué viene festejar con tanta alegría, incluso con aplausos y cava, el que un político acceda al poder (como en este caso) si al fin y a la postre sólo es un trabajo que, eso sí, les cae del Cielo?. Es mi modesta opinión porque ya sabemos que, hoy en día, tener un trabajo sí es para celebrarlo; pero se da la circunstancia de que en tiempos de bonanza también se celebraban de la misma forma y si encima alardean de que dejaron media vida dedicándose a la política, la verdad no lo entiendo porque dan la sensación de que actuaron de una forma altruista y todo.
Pío Pedreira Vilas.- A Coruña
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