Las agresiones físicas o psicológicas no pueden quedar impunes. Para ello la víctima debe  poner la correspondiente denuncia ante la policía o donde proceda. De esta manera se podrá castigar al atacante según dicte la Ley. Este consejo lo lleva transmitiendo el Gobierno a las víctimas de malos tratos, a los docentes acosados por sus alumnos o a los médicos que son agredidos por sus pacientes desde el principio de su legislatura. Sin embargo, en la primera ocasión que han tenido para dar ejemplo no lo han hecho. El puñetazo que ha recibido el presidente del Gobierno este pasado jueves por un joven en Pontevedra sigue a día de hoy sin ser denunciado. Mariano Rajoy parece no darse cuenta del mal ejemplo. Es época de elecciones y le viene mal. Lo sabemos. Pero, ¿con qué autoridad puede el Gobierno aconsejar a las víctimas anteriormente citadas a que superen la barrera del miedo y acusen a su agresor si el presidente no hace lo mismo?

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Se pasó de frenada Pedro Sánchez en el debate contra Rajoy. Las malas formas que le acompañaron durante todo el segundo tiempo del cara a cara contra el presidente de Gobierno me hicieron sentir vergüenza ajena. Tras una primera parte en la que Sánchez casi había logrado convencer a los espectadores de que la recuperación de España se está produciendo por medidas exógenas, provenientes del BCE o de la UE, y no del Gobierno, sacó el líder de la oposición en el segundo round su flema chulesca, para arrinconar a Rajoy con el tema de Bárcenas y, al hacerlo, me sentí intimidado hasta yo. No entiendo por qué el moderador, Campo Vidal, no les cortó e intentó reconducir la situación cuando llegaron los insultos: ‘Usted no es decente’, ‘Usted es ruin y miserable’. Parecía que estaba  viendo Gran Hermano Choni. Fue todo lamentable y dio mucha pena. Ninguno ganó.

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Se acaba de cumplir 40 años desde que Arias Navarro, con voz compungida, anunciara por televisión la -triste para algunos, alegre para muchos- noticia de que el dictador Francisco Franco acababa de fallecer. Recuerdo que los días y meses posteriores a este suceso transcurrieron con enorme tensión. El clima era tan denso que casi se podía cortar con un cuchillo. Mi padre decía que se avecinaba otra guerra civil. Y el tiempo casi le da la razón. Los militares adeptos al régimen franquista se defendieron con uñas y dientes y un golpe de estado. Nos costó Dios y ayuda a los españoles poder instaurar la democracia que ahora tenemos. A veces me pregunto qué hubiera pasado si Franco no hubiera ganado la guerra en el 39. Y solo se me ocurren dos opciones: o nos hubiera absorbido la URSS y ahora seríamos el hermano pobre de Cuba, o Hitler nos hubiera invadido y ahora seríamos el país más pobre de Europa. Lo que intento decir es que afortunadamente el veleidoso destino quiso ponernos donde estamos. Porque no sabría decir  en qué época se cometieron más atrocidades: si en la Segunda República o cuando Franco gobernó.

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Casi 130 muertos y 353 heridos, 99 en estado crítico, este es el atroz balance de los atentados ocurridos el pasado viernes en París. Las pocas y selectivas imágenes que se han emitido por televisión -debido a su dureza- me han dejado sin palabras y profundamente conmocionado. El ensañamiento de los lobos solitarios en la capital gala es sin duda una clara advertencia de los islamistas radicales para toda Europa. A estas alturas deberíamos saber que las incursiones militares que realizamos en Siria, Irak o Afganistán traen estas consecuencias. Se equivocan los que culpan de lo sucedido a la religión musulmana. Aunque estos fanáticos se inmolan al grito de «Alá es grande», lo que les hace venir a cometer atentados son los misiles de crucero que se lanzan contra ellos. Por supuesto que se debe actuar, yo no digo que no, pero no de manera unilateral como hacen algunos países dejando todo a medias. La OTAN, Rusia y la Liga Árabe deben aunar fuerzas para poner punto y final al terrorismo islámico. Si tardan en hacerlo, esto ya no se podrá parar.

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En lo que va de año, 45 mujeres y 8 hombres han sido asesinados por sus parejas o exparejas. El motivo principal que ha conducido a estos óbitos ha sido la celotipia. Este pasado sábado se han manifestado en Madrid decenas de miles de personas que exigían con tono enervado al Gobierno medidas resolutivas contra la violencia machista. En ninguna de las pancartas que se enarbolaban aprecié que se mencionaba a los hombres asesinados, solo a las mujeres. Y yo me pregunto por qué. A mi entender, la violencia de género no tiene género, puede ser tanto machista como feminista y se ha de erradicar en ambos sentidos. La Ley contra la Violencia de Género, aprobada por el PSOE hace diez años, fue un experimento con gaseosa inacabado que se debe modificar. En ella se ningunea los derechos de los hombres que sufren de malos tratos hasta tal punto que casi ni los menciona. A las víctimas no se las puede defender o no dependiendo de su sexo. Esta forma de actuar tan arbitrara suena a tomadura de pelo.

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Las pullas que continuamente lanza el señor Aznar a Mariano Rajoy y a sus acólitos de Gobierno, además de inapropiadas, son del todo exasperantes. Ahora que el panorama político se ha convertido en una especie de muesly – por la variedad de partidos que hay-  y que las encuestas no le favorecen demasiado al PP, lo último que le faltaba a este partido es que su presidente de honor, Jose María Aznar, se ponga en plan sibilino y vaya por ahí profetizando que van a perder las elecciones del 20-D. Algo que parece estar deseando. Esta misma semana Aznar le ha pedido a Rajoy más autocrítica y se ha enfadado porque no hace lo suficiente por conseguir el espacio del centro-derecha. Como si esto fuera tan fácil. En sus días de gloria no lo consiguió ni él. Quizá si aportase alguna idea constructiva y dejase de criticar al Gobierno ese objetivo se podría alcanzar. No lo sé. Pero, por lo visto, Aznar tampoco lo quiere saber. Sin querer este señor se ha convertido en el peor de los ‘ni-nis’: el que ni hace ni deja hacer. No me extraña que el ministro Montoro pierda las formas cada vez que hablan de él.

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Mariano Rajoy enseña músculo cada vez que habla sobre lo bien que va la economía en España. Y motivos parece tener. Según los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el paro ha registrado un descenso de 298.200 personas y, entre julio y septiembre, se han creado 182.200 nuevos empleos. La bonanza económica durante la legislatura de Rajoy ha sido tal que incluso Ángela Merkel le ha definido como el «El presidente del millón de empleos» -trabajador arriba, trabajador abajo-. Ahora bien, ¿estamos seguros de que su gestión ha sido la apropiada? Veamos. Debemos recordar que muchos de los que tuvieron que migrar a países como Francia o Alemania a buscar trabajo continúan sin regresar. Que de cada cuatro contratos que se firman, tres son temporales, uno es indefinido y la gran mayoría ellos se hacen a media jornada. Que el que más tira del carro es siempre el Sector Servicios, y esto se debe a que hemos triplicado el número de turistas, ya que ahora nos visitan veraneantes que antes preferían ir a Turquía, Siria o Irak. En definitiva, no veo que Rajoy tenga tanto que celebrar.

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Hay mucha gente que piensa que, en ocasiones, las estrellas se alinean en el firmamento de tal manera que la nueva posición estelar que adoptan influye de manera positiva o negativa sobre su propia suerte.

De hecho, antiguamente los griegos a lo que llamamos ahora buena o mala suerte lo llamaban “aristotiquia” y “cacotiquia”. Aristotiquia significa la mejor fortuna posible, o la fortuna de los mejores; y cacotiquia, que es la hermana fea de la palabra anterior, significa justo lo contrario. A veces, sin saber por qué, nuestras alegrías o desgracias acontecen todas juntas, como si vinieran encadenadas o imantadas.

Todo comienza de forma casual: de repente, un buen día te toca la lotería, al de poco encuentras a la mujer de tu vida y, después, un familiar que tenías enfermo se restablece completamente. A esta espiral de sucesos positivos los griegos lo llamaban ciclo aristótico.

O bien puede suceder lo contrario: de repente, un mal día pierdes una cantidad desorbitada de dinero en bolsa, al de poco tu jefe te despide y tú pareja decide separarse de ti. Ciclo cacótico este último, sin duda.

Los astrólogos griegos pensaban que para que se desencadenara un ciclo u otro tenía que existir obligatoriamente un estímulo exterior  y se pasaron décadas observando la posición  y el movimiento de los astros para intentar averiguar el por qué.

Y aunque todavía son muchos los que atribuyen su suerte a los cuerpos celestes, cada día somos más los que opinamos de la misma forma que lo hizo Casio (el de William Shakespere) cuando dijo: «La culpa, querido Bruto, no reside en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos».

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La convivencia en el País Vasco siempre fue y aún sigue siendo difícil. Y Arantza Quiroga -ex presidenta ahora del PP Vasco-  lo sabe. Por Iruña, su tierra natal, y por otros lares de Euskadi hay quien descorcharía una botella de champán si la kale borroka y su hermano mayor, ETA, reapareciesen. Arantza no cree, al igual que yo, que esto pueda ser imposible. Dales apoyo y una buena excusa y estos malnacidos vuelven. La iniciativa que Quiroga presentó en el Parlamento Vasco para lograr un acuerdo político por la paz y la convivencia en Euskadi, que incluyese a todos los partidos, inclusive EH Bildu, era del todo coherente. Contaba, además, con el visto bueno de todas las formaciones vascas. Pero desde Génova no lo han querido ver así, y con su veto lo han echado todo a perder. De haber salido la enmienda adelante hubiera sido seguramente el primer paso hacia el proceso de paz. Que es lo que todos los vascos queremos. Ante los medios, Quiroga ha justificado su dimisión diciendo: «He fracasado a la hora de aunar voluntades para encontrar la paz en el País Vasco y creo que es mi responsabilidad dejar el puesto que tengo». Pues no, Arantza, no. Tú no has fracasado, lo ha hecho el Gobierno.

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No sé qué tipo de serrín puede tener en la cabeza un radical para ponerse en mitad de una manifestación pacifista, inmolarse y matar a 95 personas; dejando, además, una coletilla de otras 258 personas malheridas. Este pasado sábado en Ankara se ha escenificado el infierno de Dante sin paliativos. Dos espantosas explosiones han dejado sordos, mudos, muertos o maltrechos a todos aquellos turcos que pedían el fin de la violencia entre los rebeldes kurdos y fuerzas de seguridad turcas. ¿Que quién ha sido? Cuando esto ocurre suele ser más creíble la versión oficiosa que la oficial. El primer ministro de Turquía, Ahmet Davutoglu, ha señalado como culpables del atentado a todos menos a  Papa Noel: a los jihadistas del Estado Islámico (EI), Al-Qaeda, a los rebeldes Kurdos, etc. Mientras que muchos ciudadanos -la versión oficiosa- le echan la culpa al mismo AKP, el partido de Gobierno. Algo tendrá el agua cuando la bendicen y algo tendrá ese gobierno cuando nadie lo quiere. Yo no sé si tendrá que ver, pero desde que EE UU y Rusia intentan hacerse con el control de Turquía en este país solo ocurren desgracias.

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